Al actor de reparto se lo recuerda una vez por año en la entrega de los Oscars. No importa el esfuerzo, el tiempo o la energía que se le haya dedicado a la composición del personaje, por caprichos de guión, director o productor, siempre va a quedar a la sombra del protagonista, que usualmente se lleva los laureles… y a la chica.
Ahora, ¿qué pasa cuando un personaje de reparto crece, y crece, y crece, hasta desarrollar un protagonismo tal que la platea está esperando que aparezca escena tras escena? Pasa que se necesita tener a un actor como Joaquín Furriel para interpretarlo.
En 100 años de perdón, la película de Daniel Calparsoro donde comparte elenco con Rodrigo de la Serna, Luciano Cáceres y Luis Tosar, se da esta curiosa situación, fruto de una alquimia que conjuga a un personaje inspirado y a un actor que pudo entenderlo como nadie. Así, el Loco (así se llama), este descerebrado que forma parte de la banda de ladrones que irrumpen en un banco para robarlo, en realidad deambula toda la película en un muy entretenido universo paralelo. Y a la vez, su accionar errante mueve los engranajes de la acción de la mejor manera.
-¿Entendiste al leer la primera vez el guión, la carta que te jugabas al interpretar al Loco?
-Cuando lo leí pensé: “Si todo sale bien, el tipo lo único que tiene que hacer es algo con las cámaras del banco y algo con los rehenes. Nada más. Pero todo sale mal”. Y es ahí cuando empieza a ser más compleja la relación entre este grupo de ladrones que el Loco comienza a involucrarse. A su manera, claro, porque viste que mi personaje es un Pato criollo, a cada paso…
-… una cagada.
-(Se ríe). Y es que es así. Mientras están todos pendientes de un robo a un banco, este le dice a otro del grupo que una rehen le está tirando onda… Es tragicómico. Provoca más risa que angustia, y por eso me gustó mucho hacerlo.
-¿Le aportaste mucho o ya estaba planteado así en el guión?
-En el guión estaba muy bien delineado, quedaba claro que de todos era el que iba a estar más cercano a la comedia. Era lo que en España llaman “macarra”. Pero el director escuchó y me acompañó en cada sugerencia. Al no ser el protagonista no me quedaba otra que encontrarle un color expresivo. Es un recurso que te da la posiblidad de jugar desde otro lugar. Además al tener menos tiempo en la pantalla, te podés arriesgar más.
-Sin embargo, cuando no está en pantalla uno quiere que vuelva.
-Pero eso no es mérito mío solamente, también es del director y de todos mis compañeros. La verdad es que fue un “elencazo”. Los compañeros españoles fueron excelentes, y qué te puedo decir de Luciano y de Rodrigo… Hacer las escenas que pivoteamos juntos fueron un placer, porque son dos personas que conozco, quiero y respeto mucho. Se armó una atmósfera excelente con las particularidades de ellos, que también sirvieron para construir la propuesta de mi personaje.
Cuando el robo se complica, comienzan a aparecer los secretos.
-¿Tuviste alguna inspiración concreta para componerlo?
-Varias, porque me dieron muchísima libertad. El arito es un homenaje a Di María. Pensando cómo hacerlo, un día estaba en casa mirando un partido y dije “Qué bueno que está el arito que tiene Ángel”, así que se lo copié. También me acordé de un programa que se llamaba Calles salvajes, uno especialmente que era en Plaza Miserere. Me había impactado mucho porque los chicos que aparecían miraban a la cámara pero en realidad parecía que hablaban con ellos mismos. Y eso me pareció interesante: el Loco no solo tenía que hablar de una manera diferente, sino también a él mismo.
-Me da la sensación de que es un personaje que se completa con la mirada del público.
-Totalmente. Me pasó en la avant premiere, además de ver la película me concentré en las reacciones de los demás. Y es así, el Loco se arma con el espectador, su trama está puesta pensando en la platea. Todos van mirando para un lado, y él mira para el otro, y te hace ruido, y decís “por qué está mirando para allá“. Pero enseguida te das cuenta de que es así, y va a seguirlo siendo durante toda la película. Apenas aparece, lo ves y ya pensás “Ay Dios mío, qué va a hacer este pibe..?“,( risas).
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