En los últimos días se dio en Twitter un debate visceral acerca de la nueva crítica de cine y su actividad en redes sociales. Quien tiró la primera piedra fue Diego Battle, periodista y crítico de cine con muchos años en la profesión, con un comentario ácido referido a otro usuario:
Hola, soy un crítico muy canchero y muy independiente y te arrobo a vos, estrella del film, para que me hagas un RT de mis hermosos elogios https://t.co/pfxG6cDHld
— Diego Batlle (@dmbatlle) September 21, 2016
De ahí en adelante se desató una lluvia de cascotes contra Battle. Que si está bien, que si está mal, que si está al pedo, que si está enojado, que si está nervioso, que si está, que si está, que si está… Como siempre, la discusión original que planteó el periodista derivó y se perdió en un debate sobre lo (in)correcto de un RT, sobre el uso de las redes sociales, sobre las nuevas generaciones vs. las viejas, y demás pavadas. En algunos de los palos que recibió se “sentía” también cierta animosidad entre colegas. Para los que no lo conocen, Diego Battle trabaja desde hace 25 años en el medio, y en ese tiempo ha cosechado amigos y enemigos en partes iguales.
También llegaron las respuestas de otros periodistas. Rolando Gallego en el sitio El espectador avezado publicó: Críticos, redes sociales y nuevas costumbres, donde analiza la polémica y habla de las nuevas generaciones de críticos.
Si me permiten, con ánimo de ofender me meto en la trifulca. Para ordenar los conceptos dejemos de lado las verdades de perogrullo: Está bien arrobar en Twitter (SÍ), está bien que te retuiteen (SÍ), es parte de la mecánica de la red social (SÍ), nos vamos a ir al infierno si lo hacemos (NO). También permítaseme la licencia de suponer un mundo imaginario donde un “crítico” es per se “Periodista”. Bien, sigamos.
Vayamos a lo que importa. Es lamentable cuando son los propios periodistas quienes bastardean la profesión, llamando “colegas” a gente que no sabe siquiera el significado del oficio. Personas que han surgido en los últimos años y no pueden armar dos oraciones con sujeto y predicado, o se excusan de hacer su trabajo porque el cartero no les trajo el DVD que tenían que “criticar“. Les juro que existen, Google no me deja mentir.
En la nota de El espectador… se define una nueva fauna (Periodista Selfie, Periodista Canje, etc.) con ironía, pero inmediatamente se utiliza como ejemplo de la “evolución de la profesión”, ese es el error. La gente que describe la nota NO PERTENECE a esta profesión, ni perteneció ni pertenecerá.
Aquel que está más preocupado por tuitear una selfie con el famoso que por hacer una buena pregunta NO ES periodista, es CHOLULO. Lo mismo quien tiene como único fin arrobar a figuras para que le manden emojis, le agradezcan o los retuiteen. No tiene absolutamente nada que ver con el oficio periodístico. Ahora, si escribiste una crítica, una entrevista o aunque sea una nota informativa, perfecto: arrobá a medio mundo. Ganá seguidores, que cada día te lea más gente. ¿Se entiende la diferencia?
Porque si se tratara, como dice Gallego en su nota, de una “evolución de la profesión” esta dejaría de existir como tal. Porque ese cholulismo ahora llamado “práctica periodística” no sería diferente del que hace diariamente un fan, un espectador o una tía mal dormida. Salvando las distancias es como eso que llaman “periodismo ciudadano”, un absurdo desde su misma definición. El periodismo es un oficio que se aprende, que se desarrolla, que se trabaja, no alcanza con hacerse una cuenta en Instagram, ni mandar videos del granizo a TN.
No se trata acá de estar a favor o en contra de Battle, de su masa crítica, o de los cultores de la selfie. La personalización en esta nota fue al inicio y solamente a modo de contexto. El debate no tiene nombres y apellidos, pero sí acciones.
Si junto a cada @ # o RT “periodístico” no se persigue un fin informativo, de análisis o noticioso (aunque sea mediante una foto), lamento decirles muchachos, que el sayo no les cabe. O peor, les queda demasiado grande.
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