Hace casi diez años, Rodrigo Guirao decidió armar las valijas e irse a probar suerte lejos de Argentina. Su curriculum hasta entonces era netamente televisivo, e incluía Patito Feo, Atracción x 4 y Amas de casa desesperadas. En Italia, España y México, no solo pudo trabajar sino también aprender y perfeccionarse. Y, sin embargo, un día decidió volver y “empezar de cero” en su país.
Hoy se puede decir que no se equivocó. A Campanas en la noche, su primer protagónico en televisión, se suma que lleve adelante Hasta que me desates, la nueva película de Tamae Garateguy. El filme sigue los pasos de una joven bailarina (Martina Garello) quien, luego de perder a su familia en un accidente, cae en un pozo depresivo que la lleva a la autodestrucción. En ese derrotero conoce a un médico (Guirao) que, acusado de mala praxis, no está mucho mejor. Ambos personajes se rechazan, pero a la vez se necesitan, porque comparten el mismo universo de pesadilla.
-¿Estaba en tus planes volver al país o simplemente se dio?
-Me moría por volver. Estaba en México grabando una serie y me escribió Miguel Forza, guionista de la película y mi primer profesor de actuación. Que él pensara en mí me pareció lo más lindo del mundo. Después la conocí a Tamae y me pareció una divina, confié en ella de entrada. Después del primer día de rodaje, le dije a Tami “tengo todo el mes libre, démosle a full que quiero terminar esta película con todo“. Dejé el gimnasio, no tomé ni una gota de sol. Acá no se me pedía una exigencia, un resultado específico ni atraer a una audiencia. Hasta que me desates fue una liberación: me dejé estar, me comí todo… cero galán.
-¿Qué otros desafíos llegaron con ese personaje?
-Muchos. Primero, componer a un cirujano plástico y recrear todas las escenas de cirugías. Después ver cómo manejar la hipocresía de este personaje que tiene su familia ideal perfecta y les oculta su obsesión por otra mujer. Tenía que encontrar un punto justo entre la realidad y lo cinematográfico. Ni hablar de las escenas de alto voltaje, donde también está presente la muerte. Nada fácil.
-Ya que estás estrenando Hasta que me desates hablemos de tus propias ataduras. ¿Todavía te sentís atado a la televisión y al modelaje?
-Cuando empecé a estudiar actuación, yo quería hacer solamente cine o teatro. Tenía esa cosa de rebeldía respecto a la televisión. Después, me di cuenta de que había que hacer telenovelas para ir aprendiendo, haciendo carrera de a poco y darme a conocer. Pero eso no te ata nada. Por el contrario, cada vez que terminás un trabajo tenés que tener suerte para conseguir el próximo. Además, fue muy corto lo que hice acá.

Hasta que me desates, una historia de obsesión, autodestrucción y BDSM.
-Los roles de galán deben haber sido una atadura difícil de romper.
-Ahora que estoy más grande ya me los ofrecen menos (risas). Cuando empezás a trabajar tenés miles de fantasías. Muchas veces, desconocés el negocio y pensás que tener trabajo es algo normal. Después, te das cuenta de que hay millones de actores que quieren lo mismo, que son excelentes y hasta mejor que uno. Entonces, primero cuando te empiezan a ofrecer muchas veces el rol de galán pensás “Ay no, estoy encasillado, quiero salir”. Yo cometí el error de enojarme contra esa etiqueta. Pero ahora no veo mal que los actores entremos en un lugar, que ocupemos en un casillero. Además, bastante difícil es hacer un rol de galán. Incluso, ahora me cuesta más que de chico. Recuerdo siempre algo que me dijeron un productor y una maestra de actuación. Cuando me quejaba, me plantearon ‘Esto es un equipo de fútbol. Nosotros necesitamos que vos seas el 9 o el 10 y juegues de eso para que funcione todo el equipo y podamos hacer un buen partido. Si yo te pongo en ese lugar y vos querés defender la pelota, ya no sirve. Necesito que cabecees y que me hagas el gol de esta manera’. Finalmente, lo entendí. Si estoy haciendo una novela y yo no respeto mi rol, estoy jugando en contra de la historia.
-¿Y estar atado a la popularidad, a la fama? Esos diez años de ausencia no deben haber ayudado mucho.
-Te voy a decir lo que pienso hoy. Cuando uno sale de pantalla, el furor baja. Vos hacés la serie del momento y esos meses tenés mucha popularidad, lo notás con la gente, con el comentario en cualquier tipo de programa. La televisión da mucho y cuando pasa un año, todo se calma. Imaginate cuando pasan diez, como en mi caso. Ni hablar. Lo que yo no termino de responderme es cómo todavía se acuerdan de mí, si no hice ningún protagónico fuerte. No hice nada que me haga estar vigente. Me asombra lo fiel que fue el público argentino.
-¿Pero existe el miedo a perder el medio argentino?
-No, no siento ese miedo. Amo actuar y preferiría actuar todo el tiempo haciendo cine. Lo voy hacer donde sea. Lo que sí sucedió fue que, después de diez años, pensé que me convenía este año quedarme acá en el país porque se estrenaba esta película y Punto muerto. Entonces, era un buen año para hacer algo en pantalla acá en Argentina para reforzar un combo como estrategia de trabajo. Además, estaba la necesidad de volver, de estar con mi familia y mis amigos. Fueron muchos años viajando y necesitaba encontrarme conmigo mismo acá y solucionar también miles de cosas personales. Tuve otras posibilidades de trabajo afuera, pero decidí quedarme.
-¿Qué tiene que tener algo para que sea un desafío?
-Primero, tienen que ser proyectos que siento, no elijo las cosas por el dinero; aunque quizás, en cierto momento no me vaya a quedar otra. Si me pongo a pensar ahora en un próximo desafío, podría ser una buena comedia. A veces juego a pensar qué personajes nunca me ofrecerían. Sin ir más lejos, creo que si esta película hubiese sido una serie, una novela o una película súper comercial, no sé si hubiesen pensado en mí. Y por último, el mayor desafío que tengo pendiente es el de dirigir. En algún momento lo voy a hacer.
Dejar comentario