En el mundo de la actuación, muchas veces, se dan relaciones simbióticas entre directores y actores. De esta manera, recorren un camino de manera conjunta, acompañándose en los éxitos y en los fracasos. Tras tres películas juntos, podría afirmarse que lo que une a Eduardo Meneghelli y Gabriel Peralta es una de estas relaciones. En esta oportunidad, estrenan Blindado, filme que narra la historia de Luna, un conductor de un camión blindado que pierde a toda su familia en un accidente, al mismo tiempo que unos sueños “premonitorios” lo meten en problemas. El actor aprovechó la ocasión del estreno para hablar acerca de su vínculo con Eduardo, sus aspiraciones como actor y sus deseos de trabajar en el exterior.
-¿Cómo se gestó esta nueva película en la que volvés a trabajar con Eduardo?
-Yo sabía que cualquier trabajo que hiciera, iba a ser con él. Sin dudas. Fue una cuestión de analizar y ver qué nos convenía para crecer en ese momento. Nada más. Ahora, sigo sosteniendo que lo próximo que haga va a seguir siendo con él. Solo tuvimos que ver qué idea venía y desarrollarla.
-Además, tu relación con Eduardo viene de hace muchos años cuando él fue tu profesor.
-Sí, fui su alumno de teatro hace mucho y hemos hecho mucho teatro off juntos también. Yo estudié con todos los grandes de acá y afuera. Pero siempre volvía a él. Para mí es un grosso. Sentía que mi crecimiento estaba con él y creía en él. Sigue siendo así.
-¿Qué es lo que más destacás de él, aquello que te hacía volver?
-Si te soy sincero, es porque es el mejor. Así de simple. Era el mejor hombre que yo había conocido en el planeta Tierra dirigiendo actores. Cada uno tiene sus fortalezas. Algunos son buenos dirigiendo actores, otros en la estética. Eduardo como director dirigiendo actores no hay con qué darle. Tiene la posta. Yo dije ‘vamos a mandarnos juntos’. Me parecía lo mejor.
-Además, el paso del teatro al cine lo hicieron juntos, ¿cómo fue ese proceso?
-Fue muy largo el paso. Porque pensá que nosotros hicimos teatro juntos antes de que yo me fuera a Nueva York. Me fui y él me acompañó en todo eso: con los castings, con mi entrenamiento que era de mucha exigencia. Más aún en el momento en el que yo entré al conservatorio Stella Adler. Fue en 2010, el mismo año en el que había ganado como la mejor escuela de drama del mundo. Entrar ahí en ese momento era lo más difícil del mundo. Si Edu no me ayudaba, yo no entraba. Él me acompañó en todo el proceso porque incluso estando adentro, te podían echar en cualquier momento. La mitad de mis compañeros no terminaron.
-Y en esta tercera película juntos, ¿por dónde pasaban los desafíos actorales que te proponía un personaje como Luna?
-En realidad, para mí los desafíos de este personaje eran como persona. Tenía que ver con no permitir que mis problemas personales y todo el quilombo que estaba pasando afuera afectaran negativamente sobre mi trabajo con el personaje. Yo sabía que por el nivel en el que estaba, iba a poder estar bien en este personaje. Cuando digo bien, me refiero a mejor que lo que había hecho antes. Y fue así, sin dudas. Para mí, Román es un 5, Rudy de Ruleta Rusa un 10 y Luna es un 50. Yo siempre cumplí, siempre mejoré de una cosa a otra. En Ruleta Rusa yo hacía de un pibe que se parecía a Jesús, pero en la edición terminó siendo Misión Imposible. Vos no estudiás Shakespeare y Chejov para hacer ese tipo de cosas. En cambio, Blindado la editó Eduardo cien por ciento, nadie se metió.
-¿A qué te referís cuando hablás de problemas de afuera?
-Problemas personales y profesionales también. Venía de Ruleta Rusa, un personaje que fue increíble y en el que dejé la vida. Yo sentía que iba a quedar en el hospital si no terminaba rápido. Y eso pasaba mientras filmábamos esta película. Además, tenía problemas de pareja y familiares, problemas en todo. Nada más estaba bien con mis perros. Hasta con Edu me peleaba. Aunque eso es normal, no es una novedad (risas).
-Es que un poco el trabajo del actor implica dejar de lado la cabeza y los problemas.
-Yo laburo al revés de lo que la gente cree. A veces, el público piensa que hay que estar hecho mierda para ser un buen actor. Pero yo trabajo al revés. Creo que mientras mejor estés vos, mejor actúas y más carrera tenés. Porque sino, ¿qué vas a hacer? ¿Filmar dos películas y después morirte de una sobredosis de heroína? ¿Qué carrera es esa? Por más que te ganes un Oscar, eso no es una carrera. Tener una carrera es laburar 50 años, ganar tres Oscars y hacer Shakespeare en teatro.
-Recién hablabas de los desafíos detrás del proyecto, ¿cómo definirías a tu personaje?
-Excéntrico. Esa sería una palabra. Y libre también. Porque yo creo que esa entrega que él le da a Dios es un ejemplo de libertad y no de prisión. Solamente un hombre libre puede hacer eso.
-Antes hablábamos de lo que implica hacer una carrera, ¿cuáles son tus aspiraciones como actor? ¿Los premios? ¿El reconocimiento?
-Para mí los premios son el mayor reconocimiento. Cuando hablo de premios me refiero a los Oscars, los Globo de Oro, el Bafta y el SAG. Eso es para lo que yo he trabajado toda mi vida. No trabajé para otra cosa. Después, el tiempo va a hablar por sí solo. En teatro, lo mismo: premios de afuera como los Tony Awards o el Oliver.
-Pero son lugares difíciles de acceder desde la Argentina.
-Yo estudié mucho afuera. Mi madre me apoyó mucho para que me pudiera dedicar a estudiar. Yo siempre digo que hay que intentarlo. El tema principal de actuar afuera es poder actuar sin tonada. Grandes actores como Javier Bardem no pueden laburar sin tonada en inglés. Esa fue mi meta desde hace nueve años. Me planteé que yo tenía que trabajar mucho y actuar en inglés como uno más. Lo logré y lo sigo entrenando. Es más, cuando me entreno para las películas de acá, lo hago haciendo escenas en inglés. Dejar de lado la tonada es algo que nadie nunca logró. Ningún actor de habla hispana puede hacer Shakespeare o Chejov en inglés sin tonada. Ni siquiera los que tienen dos Oscars. Pero poder se puede y yo lo estoy haciendo.
-Pero cuando hablo de difícil me refiero a que hay falta de oportunidades para la gente de acá.
-Sí, claro. Pero pensá que yo me preparé para acceder ahí. Cuando llegué a Estados Unidos la hice de goma. Pero no es que fui allá sin haber hecho nada. Fui después de haber estudiado cinco años acá. La oportunidad está, lo que pasa es que tenés que entrar.
-¿Y en qué situación está eso? ¿Te vas a trabajar pronto afuera?
-Está en tránsito. Yo todo lo que estoy haciendo es para eso. Ojo, eso no quiere decir que cuando labure afuera o cuando sea un grosso afuera no vuelva a trabajar acá. Yo quiero laburar acá porque es crecimiento para mí. Amo la Argentina, me enseñó a actuar. Aprendí a actuar acá para poder actuar allá. Jamás la Argentina va a quedar fuera de mi vida. Pero todavía no me he metido de lleno en el proyecto de irme. No me recibí hace tanto tiempo y recién estoy trabajando acá. Si quisiera irme ya, estaría montado en eso, haciendo los papeles, la visa y todo eso. Pero cada cosa tiene su momento.
-¿Es una meta más lejana?
-No, no es lejana para nada. Se atrasó un cachito. Ya nos va a llegar el momento de irnos con Edu. Porque obviamente yo quiero trabajar allá con él. Así de simple. Esta película va a ser lo que Ruleta Rusa debería haber sido. La próxima película va a ser lo que esta tendría que haber sido y así sucesivamente. Voy mejorando. Se atrasó un poco la cosa pero no nos va a parar nadie.
-¿Qué se viene ahora? ¿Te imaginás en algún momento trabajando sin Eduardo?
-No, todo con él en este momento. Siempre estamos cazando, al acecho, pendiente de qué nos conviene. En eso estamos, sin dudas. Y también atentos a esto que acaba de estrenarse. Sabemos lo que significa este estreno. Sin esperar nada de afuera ni de nadie, prestando atención a cómo se mueven las cosas para ir eligiendo. Siempre estamos en algo.
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