Hay quienes dicen que lo que cuesta, se disfruta el doble. Y lo que hay en la cara de Fede Bal es disfrute puro. No importa el cansancio del Bailando, la falta de horas de sueño por el exceso de trabajo y los viajes por la presentación de Crímenes imposibles. Nada ahoga la alegría de haber llegado a un punto que anhelaba profundamente: protagonizar su primera película. Por eso, con esa felicidad de por medio, el actor se toma unos minutos para reflexionar sobre cómo lo tomó por sorpresa la propuesta, en qué momento de su carrera lo agarró y cómo fue también actuar con su papá en Rumbo al mar.
-¿Estás acaso en el mejor momento de tu carrera?
-Sí, incluso creo que estoy en el mejor momento de mi vida. Estoy llegando a los 30 años y es muy importante para mí protagonizar una película. Amo el cine desde que soy muy chico. Además, es un proyecto que yo quisiera ver. A veces, te llegan propuestas que tal vez uno no consumiría, pero por primera vez se juntan el espectador y el actor que hay en mí. Además, pude ir a Sitges con la película y los festivales nos apoyan. Esto es muy importante para mí.
-Esta fue tu entrada al cine después de muchos años en el medio artístico, ¿creés que tanta exposición mediática y masiva te jugó un poco en contra y retrasó este presente?
-Puede ser. Se vincula mucho con los prejuicios que pasan permanentemente en el medio. Soy un tipo coherente y puedo ver cómo soy. Desde que nací, me convertí en un niño popular mediático por mis viejos. Mi papá era el típico galancete de las novelas y mi mamá, la bomba sexual de las revistas. Si los dos se juntaron, ¿qué iba a salir? ¿Un pibe snob que solo ve cine iraní? No, soy un chico que amo el cine de pibe y que me curtí en los teatros de revista. Mi jardín de infantes era el estudio de Cebollitas por mi vieja. La tele y las cosas comerciales y populares eran lo mío. Pero de repente, empecé a tirarme al cine y preguntarme por qué no podía estar yo ahí y encarar un personaje oscuro como este.
-Y así sumaste una nueva faceta al Fede Bal actor.
-Sí, este país me da la oportunidad de poder mostrar distintos caminos. Si me querés ver en la tele y divertirte con cómo bailo, ahí me podés encontrar. Ya no me vas a ver peleando porque eso lo hacía cuando era chico. Antes, era más de sangre caliente y ahora entendí que uno elige qué peleas pelear y cuáles no. El teatro también me encanta. Pero el cine era algo que realmente necesitaba hacer.
-¿Pero entonces considerás que esa asociación a lo televisivo y quizás cierto prejuicio de la industria retrasó un poco tu llegada a la pantalla grande?
-Claro que sí. Pero tampoco puedo renegar de todo lo que me dio lo comercial y lo popular. Hoy por hoy, tengo un nombre, la gente sabe más o menos quién soy y algunos productores cuentan conmigo para protagonizar una película. El prejuicio está, la mochila también. Mirá, recién vuelvo de Sitges donde presentamos la película. Ahí la gente local no me conocía y me venía a abrazar para decirme ‘hiciste un trabajo increíble’. Eso hace que sea doble el mérito. Quizás al público de acá se le contamina la cabeza con quién soy yo y dice ‘naaaah, no la voy a ver’. Está bueno darle una chance a esas figuras de la tele u otro palo que pueden brindarte un grato momento en el cine. El prejuicio no tiene que tener injerencia en la compra de una entrada.
-¿Pensás que en el público un poco podría pasar eso? Decirle que no a la película porque estás vos.
-Puede ser. Mirá, ayer fui a ver el Joker por segunda vez y apareció el trailer de esta película. Me puse rojo y quise escuchar a ver qué decía el resto de la sala. Por suerte, no escuché ningún ‘sacá a este boludo de acá’. En el fondo, creo que va a estar bien recibida. Siempre va a haber prejuicios y es algo a lo que estoy acostumbrado. Estoy familiarizado con eso y el fracaso. Esta profesión es muy dura y hay que ser fuerte.
El actor tuvo un debut a lo grande: con su primera película ya viajó a Sitges, para presentarla en el festival de cine fantástico más grande del mundo.
-Tu entrada al cine se dio de la mano de tu salida transitoria de lo mediático ¿Cómo maduraste esa decisión? ¿Ya existía el llamado para este debut?
-Yo sentía que ya había tocado un techo, sobre todo en el Bailando por un Sueño. La paso muy bien ahí, pero también tiene una parte negativa que son las discusiones, los momentos feos y los prejuicios que se pueden generar. Cuando llegó la propuesta de Rumbo al mar fue un despertar. Cuando me contactó el director le dije ‘¿Por qué vos me estás llamando a mí? Yo soy un tipo muy popular ¿Qué voy a estar haciendo cine con mi viejo’. La gente quizás espera que hagamos Bañeros, que seamos dos bañeros con una chica en colaless corriendo atrás. Pero es todo lo contrario, un melodrama que representa la unión de padre e hijo. En ese momento, vi que se estaba despertando en mí una carrera que yo no la tenía pensada. Es lo que siempre quise pero no tenía el proyecto de cómo lograrlo. No sabía cómo direccionar el público que me sigue en las redes, de la tele o el teatro hacia el cine.
-Entonces, tu salida del foco de exposición fue en parte gracias a ese llamado.
-Sí, en parte sí. Necesitaba un cambio. En 30 años es la primera vez que se habla de mi trabajo y no de mi vida privada. Era lo que buscaba. Mirá, yo nunca quise hablar de mis parejas y todas se terminaron haciendo conocidas. En cierto punto, todo el tiempo se popularizaban mis relaciones y cuando se terminaban, veía a mis ex sentadas en Intrusos aunque ellas antes no eran conocidas. Es triste, pero pasaba eso. Después, encabezaban temporadas de verano solo por haber sido una novia mía cuatro meses. Es horrible porque uno tiene que ser por lo que realmente es.
-Tu carrera como actor fue un poco algo que te y nos sorprendió a partir de la separación de tus padres. Fue de un día para el otro. Pero, ¿cuándo se empezó a fantasear con el cine?
-Trabajé siempre en cine. Cuando terminé la secundaria, empecé a estudiar en la FUC y en SICA. Empecé a trabajar con Carlos Mentasti como meritorio, hice producción y locaciones. Amaba mi trabajo. Pero cuando mis viejos se separaron, empecé a tomar un poco de visibilidad porque los medios empezaron a buscarme a mí para que les diera información. Tenía móviles todo el tiempo en la puerta de mi casa. Y empecé a hablar para que mis viejos se respeten. Ahí nació el Fede más de la gente, del reconocimiento en la calle. Ahí fue que Marcelo Tinelli me llamó una vez más para trabajar con él y acepté. Empecé con las obras de teatro pero el cine no era una opción todavía.
-¿Pero cuándo arrancó el deseo de protagonizar cine? Si es que esa fantasía existió.
-No, yo ni en pedo me veía como actor de cine. Me sentía raro. Quizás fantaseaba con ser un buen DF, un buen coaching actoral o alguna vez dirigir o producir. Pero jamás me imaginé protagonizar una película. Pero me llamó Juan Ferman para Rumbo al mar y me contó que tenía el guión hace cinco años y que al releerlo pensó en mi viejo y yo. Pienso de nuevo en lo que me preguntas, y creo que en el fondo la fantasía de actuar en cine si estaba, aunque un poco apagada por el prejuicio que yo también tenía. Si vos no te aceptas, menos vas a esperar que te acepte la gente. Para mí, actores de cine eran Ricardo Darín o Guillermo Francella, no yo.
-¿Y el proyecto de dirigir cine es algo cercano?
-Sí, cada vez más. Estoy escribiendo una miniserie pero voy muy de a poco. Es que estar adelante de cámara me está gustando mucho. Además, presiento que van a salir nuevos proyectos a partir de esto que ya se estuvo gestando. Pero el dirigir es algo que me encanta. Estamos trabajando con Juan Ferman y Nico Regis y queremos que esta miniserie se haga el año que viene. Es sobre una época muy linda de nuestro país, mezclado con drama y crímenes.
-Contame un poco sobre cómo fue filmar Rumbo al mar con tu viejo. Me imagino que en estos momentos complicados por su salud, fue una de las mejores experiencias de tu vida.
-Tremendo. Una clase de teatro todo el tiempo. Es un tipo que la tiene clarísima. Lo llevaban al set como si fuese un abuelito, todo tapado. Cuando le sacaban la manta y decían acción, él despertaba de la nada. Era como jugar con Messi, te inventaba, te improvisaba todo. Era imposible seguirlo. Por suerte, me pude poner al lado, de igual a igual, y hasta competirle un poco en ese duo show. Se lograron buenísimas escenas que siempre voy a recordar.
-Acabas de cumplir 30 años en Sitges, justo cuando ibas a tu primer festival de cine como actor. ¿Te imaginaste en este momento de tu carrera alguna vez?
-Nunca en mi vida. Me emociona un montón.
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