Antes que un director, que un guionista o que un productor, en José Celestino Campusano hay un pensamiento, una convicción, una militancia de la mirada común traducida en audiovsual. Y ese concepto que atraviesa su cine y lo atraviesa a él, es el culpable de cada movimiento, de cada minuto filmado, de cada proyecto concretado. Campusano no es un provocador y sin embargo provoca. Según él, porque cuenta desde una mirada “real”, y es en esa realidad donde subyace lo rupturista de sus películas, de la sociedad y de nuestra vida.
Placer y martirio es el octavo eslabón de una filmografía consecuente (para beneplácito de algunos e indiferencia de otros) en esto de reivindicar “la fuerza de la anécdota” por sobre todas las cosas. El filme narra la historia de una mujer obsesionada, en un marco de clase media acomodada. Sin embargo, tanto ella como su entorno podrían adaptarse a cualquier barrio o estrato social. Basta con saberse seres humanos.
-¿Es difícil mantener esa consecuencia a lo largo de los años y de los proyectos?
-No, cuando vos sos permisivo con tu obra es cuando se empiezan a filtrar cosas novedosas. Yo creo que hay un cine homogéneo, y un cine heterogéneo, el mío es netamente heterogéneo. Las personas en mis películas se expresan como en la vida, y por eso siempre voy a preferir a un actor ignoto que a una celebridad.
-¿Siempre?
-Por el poco o mucho tiempo de vida que tenga, creo y siento que hay que dar ejemplos claros con las cosas. Vos me decís “Che, esta piba de Abzurdah quiere laburar con vos”, y está todo bien pero no… O me decís, “¿Por qué no lo ponés a Francella que lleva espectadores”, y tampoco. Ni gratis trabajaría con ellos. Como el pibe este Lamothe, que está en 30 películas al mismo tiempo. No tengo nada en contra de esa gente tan solicitada pero conmigo no, olvidate.
-Vas en contracorriente del director argentino que sueña con festivales clase A.
-Claro, porque a esta altura del partido no solo no me beneficiaría sino que hasta me perjudicaría. Que una película mía esté en el Festival de Cannes es un quemo. Ahí es todo establishment, lobby. Antes, en los ‘70, era un espacio de debate y de descubrimiento pero hoy solo sirve para el negocio y el entretenimiento vacío. Hay festivales que programan solamente un cierto tipo de película, donde el latino es una descerebrado o un ser totalmente maldecido que goza con la degradación de los demás. No hay nada en el medio, no podés ser un referente de tu comunidad o alguien digno de respeto.
-Es otra forma de adoctrinar.
-Exacto, lo grave es cuando de este lado alguien se hace socio de eso. Esos festivales no me pueden legitimar con un premio porque ellos hoy no son legítimos. La guerra de las galaxias fue un ícono, pero después se dieron cuenta de que era un arma política muy efectiva. Ponen un supuesto estandar de calidad al que es muy difícil llegar por los costos, entonces todo lo manejan ellos, lucran ellos. Decí que felizmente llegaron la piratería e Internet. Eso afortunadamente los está demoliendo. Lo bueno es que las redes, o sea la gente, terminan afectando a una industria muy nociva, a la que no pudo hacerle frente ninguna otra industria del mundo.
-Me queda claro que de Hollywood ni hablar aunque alguna vez han comparado tu estilo con el del cine norteamericano.
-Mi cine no tiene nada que ver con Hollywood. Lo que sí tengo incorporada es una cadencia rítimica relacionada con que la información se renueve. Son decisiones estéticas, yo voy por el lado de lo efectivo de la progresión de planos. Y eso no es yanqui. Los norteamericanos hacen country, ¿viste esa música sosa y repetitiva? El cine es mucho más inglés, alemán o italiano que norteamericano.
-Ya que hablamos de referencias, solés mencionar a Leopoldo Torre Nilsson…
-Fín de fiesta es una de mis películas favoritas.
-.Sí, pero en Placer y martirio estás más cerca de su antagonista, Armando Bo.
-¿Por qué decís eso?
-Por lo visceral o “animal” de algunas situaciones, ciertos diálogos…
-Armando Bo era muy permisivo consigo mismo, y yo lo que tengo es ese mismo carácter de permisividad, pero las búsquedas son diferentes. Lo que pasa es que están tan agotados los códigos del cine industrial que cualquier otra forma de representación que uno instale, la más grotesca, la más exacerbada, la más grosera, es más creíble. Han criticado el plano de Placer y martirio donde ella se orina, y la persona que nutrió tanto está película se orinaba con frecuencia de la misma forma. ¿Te parece que no iba a ponerlo? ¿Hay que recurrir a toda otra puesta hipotética que un director gringo inventó sobre qué se puede mostrar según la clase social? Nunca le pienso rendir pleitesía a esos códigos que para mi gusto son tan insípidos. Sucedio, se lo pone.
-¿Así fue con todo el material que recogiste?
-Y me quedé corto. En Berazategui hay un country que se llama El abril, y me contó un testigo presencial que estaba en una de las casas, que el hijo del dueño con 12 años le tocaba los glúteos a la empleada doméstica y la invitaba a tener sexo oral con él. Y los padres lo festejaban como algo totalmente incorporado y normal. Ahora, vos ponés eso en una película y todos se horrorizan.
-¿Y por qué no mostraste estas cosas en la película? ¿Te cuidaste de más?
-No es que me cuidé, yo lo hubiera puesto sin ningún tipo de problema pero lo que quería contar era otra cosa. Habría sido oportunista. Pero si consideraba que sumaba, lo hubiera filmado sin ningún tipo de pudor.
-¿Marcar un estilo como el tuyo tiene un lado negativo?
-Para nada. Del cine se ha hecho una herramienta de adoctrinamiento, que separa lo humano, que lo llena de histeria y de colores estruendosos y saturados para no pensar. En otro aspecto está el cine de autor, pero no me llevo bien con él.
-¿Vos no considerás que hacés cine de autor?
-No, yo hago un cine comunitario y autocrítico.
-No tiene nada que ver. Si tiene tus obsesiones, tu mirada y es consecuente con tu pensamiento, disculpame pero es cine de autor.
-Para mí es más comunitario que autoral, por el grado de identificación que logra. Más que mi versión, es la versión que la vida ha propuesto.
-O sea, vos serías una suerte de espectador de la vida que registra y luego lo vuelve a contar en una pantalla.
-Correcto. Pero en base a un conocimiento compartido, en las múltiples miradas a las que puedo acceder, no en mi abstracción.
-¿Cómo te llevás con la crítica de cine, tanto la que te critica como la que te elogia?
-Con un 20 por ciento no tengo trato porque no los conozco ni los comprendo. Con el resto, especialmente con los que tienen de 50 años para abajo, me llevo muy bien.
-¿Entendés por qué hay algunos críticos que vieron en Placer y martirio una comedia?
-La verdad es que no los puedo seguir hasta semejante nivel de abstracción. Que tenga toques de humor puede ser pero no es una comedia. Por ahí es un lugar común para poder diferenciar algo, pero en realidad Placer y martirio no tiene nada de comedia.
-¿Disfrutás de alguna película que no tenga nada que ver con el cine que te gusta rodar?
-Final Fantasy VII la disfruto terriblemente, es un deleite, narrativamente es óptima. También miro muchas comedias románticas. Ahora, cuando tengo que hacer cine me gusta contar otras cosas.