Todo sea por el cine…
A Diego Torres le divertía decir que muchos de los que fueron a ver La furia (1997) lo hicieron “para ver cómo me quedaba el pelo corto”. Al momento de filmar la película de Juan Bautista Stagnaro, Diego tenía 25 años, una prometedora carrera como cantante melódico, el pelo casi por la cintura… y muchas ganas de convertirse en un actor de cine. El cambio de estilo no era solo eso, sino que simbolizaba la osadía de romper con una imagen que en televisión le había dado grandes dividendos, y en el terreno musical lo consolidaba como parte del imaginario femenino de entonces. Un precio que, entonces, estuvo dispuesto a pagar. Y ganó.
Todo sea por el cine…
A aquel primer protagónico de fin de siglo le siguieron un puñado de películas -cinco, menos de las que uno creería- donde se reafirmó como actor, tanto así que se prometió no hacer más televisión a menos que fuera “absolutamente necesario”. Hasta hoy, y a pesar de contradecirse durante dos años con Vecinos en guerra (2013-2014), no le hizo falta la pantalla chica para mantenerse y crecer.
Florencia Bertotti es la creadora del fan club de la banda, y única integrante.
Y así, entre la vida y el canto, Diego llegó a su séptima participación cinematográfica en clave de comedia disparatada. Donde no solo se le notan los años sino también la sofisticación de ese timing comediante que ya se veía en aquellas telecomedias vespetinas de finales de los 80. Cuando al mismo tiempo que se rompía su sueño de ser futbolista profesional, suplía con carisma las pocas líneas de diálogo que le tocaban mientras luchaba por hacerse un nombre y que el televidente dejara de decir: “Mirá, ahí está ese pibe lindo y atorrante… ¿cómo es que se llama? Ah, sí: el hijo de Lolita”.
Todo sea por el cine…
“Casi leyendas habla de la reconexión y de los lazos afectivos”, dice Diego Torres en una entrevista para la revista Watt, y tiene mucha razón. La historia del reencuentro de estos tres amigos, que siendo adolescentes quisieron triunfar como músicos y la vida, no solo se los negó sino que también los separó, tiene mucho de afecto, de complicidad, de esa unión que permanece inalterable al espacio-tiempo. Axel (inmenso Santiago Segura), vuelve de España con la obsesión de reunir a la vieja banda. Auto Reverse era en el año 92 la contracara de Bravo (que aparecen en la película con el mismo look que entonces), pero los segundos triunfaron y los primeros desaparecieron.
Como un remedo de The Blues Brothers (una de las tantas referencias cinéfilas que tiene el filme de Gabriel Nesci). Axel aparece primero en la casa de Javier (Diego Peretti) en plena depresión luego de la muerte de su esposa; y más tarde en el trabajo de Lucas (Diego), abogado en vías de expiación de manejos “non sanctos“.
De aquellos sueños y estas realidades, surge una película divertidísima, a la vez que entrañable y de inmediata identificación, algo que comparte con la ópera prima del director Nesci, Días de vinilo.
Un incidente con la policía no va a detener el regreso de Auto Reverse.
Contra todo pronóstico, cuando se repartieron los roles del power trío Auto Reverse, la voz cantante quedó a cargo de Peretti, la guitarra al mando de Segura, y Diego Torres tras los tambores de la batería. Esto fue un divertido desafío para el intérprete quien cuenta en la entrevista: “Cuando me mandaron el guión me encantó que mi personaje tocase la batería. Tocaba muy poco. Les aclaré que si tenían la idea de que cante, que ni lo piensen. Fui feliz componiendo un baterista, fue la posibilidad de jugar a otra cosa”.
Todo sea por el cine…
Con la película vista se puede confirmar que ninguno desentona. Que Peretti está particularmente afinado, que Segura marca el paso, y que Diego no pierde el ritmo. Y si la frase anterior se entendió en exclusiva relación a la banda que forman, permítanme aclarar que estoy hablando de la Casi leyendas, y completarla diciendo que de esta aventura en clave de comedia, Gabriel Nesci es el perfecto manager, alma pater o simplemente… director.
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