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Michel Noher: “Con Marcel Duchamp me identifico en la aventura, la creación y la obsesión”

Michel Noher: “Con Marcel Duchamp me identifico en la aventura, la creación y la obsesión”

Laila Rott

Hacia principios del siglo XX, la relación entre Buenos y Aires y Francia pasaba por una cuestión de admiración e imitación pura. Así fue como la ciudad porteña logró ser catalogada como la París del Plata. Mientras tanto, del otro lado del océano Atlántico se gestaban importantes movimientos artísticos que plantearían concepciones revolucionarias para aquel momento histórico. Marcel Duchamp fue protagonista de aquella época y formó parte de muchas de las grandes vanguardias. El padre del arte conceptual decidió de un día para el otro armar las valijas y partir hacia Buenos Aires, escapando de la Primera Guerra Mundial. Román Podolsky y Mariano Galperin decidieron meterse en los misterios de la estadía del artista plástico en la París del Plata por casi un año.

Para interpretar a un personaje versátil hace falta un actor igual de ecléctico. Hace dos años, Michel Noher volvió a Argentina tras un paso por Brasil y varios países europeos. Luego de su protagónico en la película ecuatoriana Ochentaisiete, Noher se pone en la piel de Duchamp en Todo lo que veo es mío, filme íntegramente hablado en francés que participa de la 32º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

-¿Cómo te llegó la propuesta para interpretar a Marcel Duchamp?
-A fines del año pasado me llamó Román Podolsky, a quien conozco hace mucho porque es amigo de mi familia de cuando yo era muy chico. Me comentó que iba a hacer esta película y que quería que nos juntáramos con Mariano Galperin para que charlaramos. Después, hicimos una prueba de cámara en donde jugué un poco a ser Duchamp y se entusiasmaron mucho. Desde un principio, la propuesta me encantó, me pareció una idea muy loca, tal como nos tienen acostumbrados Mariano. Hacer una película en Buenos Aires, sobre un artista francés, hablada íntegramente en francés me pareció un gran viaje y muy representativo también de lo que fue Marcel Duchamp. Esta cuestión de mezclar, de sacar algo de un lugar y ponerlo en otro, que es similar a lo que él hacía con el ready made: sacar algo de lo industrial y llevarlo a una galería de arte.

-Siempre remarcás que en cada proyecto buscás el desafío, ¿cuál era en este caso?
-Principalmente, meterse en la época y tratar de entrar un poco en la cabeza de este gran artista. También está la cuestión del idioma: tuve que aprender francés por fonética y, a la vez, entender lo que se estaba diciendo. Y además bajar unos seis o siete kilos porque Duchamp era un tipo muy flaco, con una cara un poco más alargada que la mía. Entonces, lo más difícil fue tratar de mimetizarme un poco con cada una de esas cosas.

-¿Cómo llevaste a cabo la composición de este Marcel Duchamp? Interpretar personajes reales debe ser más complejo que los que son cien por ciento ficcionales.
-Hoy en día, uno tiene la suerte de poder acceder a muchas cosas. Sin embargo, los videos que encontré eran de cuando él ya era mucho más grande. Cuando se vino para acá tenía apenas unos treinta años. De esa época solo queda un registro fotográfico, por eso tomé todo el material escrito que había sobre él y traté de imaginármelo. Empecé a buscar sus posturas y su modo de ver. Fue muy divertido entrar en su cabeza, había algo dentro que estaba constantemente en ebullición pero, al mismo tiempo, casi implosionando. Componerlo fue un trabajo muy hacia adentro. Hacia al exterior, siempre se mostraba como una persona muy seria, es difícil encontrar una foto en donde esté sonriendo.

\”Tuve que aprender francés por fonética y además bajar unos seis o siete kilos\”.

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-A la hora de investigarlo, ¿qué fue lo que más te sorprendió?
-Me parece que su desapego, su libertad de no definirse a sí mismo. Él no armaba un personaje, sino que escapaba constantemente de eso. Pensá que él empezó como un cubista y después, fue el padre del arte conceptual. Es el que inaugura esto de generar concepto más allá de la obra. Además, de un día para el otro decide venir a Buenos Aires por un año porque no le interesa formar parte de la guerra. Es muy interesante cómo todo el tiempo pareciera que se va deconstruyendo, incluso hasta el final de sus días. En los últimos años, él iba en contra del arte pictórico, sin embargo la última obra que dejó, que nadie sabía ni siquiera que la estaba trabajando, fue una obra netamente visual. Un tipo que va muy en contra sobre todo de nuestra época, donde pasa todo lo contrario: damos un paso y lo estamos publicando en Instagram. Era un hombre que disfrutaba de estar mucho consigo mismo.

-¿Encontrás algún parecido entre él y vos?
-Más que parecidos, siento mucha admiración por cómo era, por esa posibilidad de ir en una dirección distinta, más allá de lo esperado o de lo que la sociedad te quiere imponer. Él creó una vida de una artista sintiendo y haciendo lo que se le daba la gana. Esa posibilidad de jugar. Quisiera aprender mucho más de él de lo que logré aprender para la película. Con Duchamp me identifico en la aventura, la creación y la obsesión.

-¿Y en el desapego? Vos tampoco dudaste en agarrar las valijas e ir a trabajar a Brasil por dos años.
-En el desapego no me identifico tanto. A mi me gusta la familia, esa cosa tibia del hogar. Él era más frío. Lo que vos decís tiene mucho que ver con mi historia. Cuando yo tenía dos años, mis papás se separaron y a los cuatro, me tocó irme a vivir a Bariloche con mi madre. Con la familia, refiriéndome a los padres y los abuelos, siento que puedo estar lejos y cerca a la vez. Ahora, como padre me cuesta un montón estar lejos. Es la primera vez que estoy un mes sin mi hijo y lo quiero tener ya acá. Estoy contando los días para reencontrarnos. Todavía no inventaron la videollamada que permita darte un abrazo (risas).

Duchamp por Michel: “De esa época solo queda un registro fotográfico, por eso tomé todo el material escrito que había sobre él y traté de imaginármelo”.

-El 2017 fue un año dedicado casi íntegramente al cine, ¿fue algo buscado por vos después dela experiencia con Ochentaisiete?
-Sí, el año pasado mientras hacía televisión estaba con muchas ganas de meter la cabeza de vuelta en el cine y empecé a poner la energía ahí. Entonces, busqué y participé en varios castings. Yo lo primero que hice junto con teatro fue cine, y después mi carrera viró hacia la televisión. Se fue dando así. Lo bueno es que mis intenciones de volver se concretaron en varios proyectos. El año empezó en teatro, haciendo Lo prohibido junto con Juan Darthés y Alejandra Radano. Al mismo tiempo filmé Todo lo que veo es mío y encima era padre desde hacía tres meses. El comienzo del año fue de una intensidad tremenda. Después, tuve la oportunidad de filmar Vigilia en Agosto de Luis María Mercado, una ópera prima cordobesa muy interesante. Cuando me llegó el guión, me enamoré inmediatamente. Me habían ofrecido un rol protagónico, pero sentí que podía colaborar mucho más con un secundario y el director accedió. Luego, vino El encanto con Ezequiel Tronconi y Juan Sasiaín. Y ahora, estoy haciendo El desentierro con Leo Sbaraglia en Valencia.

-También ibas a hacer de Rodolfo Walsh en El negro corazón del crimen, ¿en qué quedó eso?
-Sí, es un guión de Paula de Luque basada en la novela homónima de Marcelo Figueras. Lo que pasa es que se están juntando fondos porque es una película muy grande y más allá de lo que pueda aportar el INCAA, que además ahora está un poco parado, se necesita más dinero. Es una película que esperemos poder hacer pronto, para yo tener una edad que corresponda a la del personaje. Es algo que tengo muchas ganas de hacer, pero el cine también tiene sus tiempos y hay que aprender a ser paciente.

-Ya con Duchamp y Walsh te encaminás a la interpretación de personajes históricos, ¿le encontraste el gusto a eso?
-Totalmente, son personajes en los cuales uno tiene mucho de donde buscar. Sobre todo, a nivel pensamiento, que para mí es lo que más hace a un personaje. El modo en que caminamos está determinado por cómo pensamos y viceversa. Hay algo que está cercano para encontrar. En el caso de Walsh es muy fácil encontrar su pensamiento y me entusiasma mucho. Hace unos años con Guillermo Pfening hicimos la obra Café Irlandés, donde él interpretaba a Walsh y yo a Tomás Eloy Martínez. Esa fue la primera vez que tuve la oportunidad de crear un personaje tan cercano. El día del estreno me pasó algo muy loco: yo no sabía, pero fueron dos de los hijos de Tomás a ver la función. A través de amigos que tenemos en común, me enteré de que llegaron a decir que sintieron que estaban viendo al padre. Fue el mejor halago que me hicieron en mi vida respecto a la actuación.

\”Miguel Abuelo tenía una vida tan poética como intensa, me encantaría dirigir una película sobre él\”.

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-Si tuvieras que elegir, ¿a qué otro personaje histórico te gustaría interpretar?
-Me parece que estoy un poco grande ya para eso y tampoco doy con el Physique du rol, pero me sorprende mucho que todavía no se haya hecho una buena película sobre Miguel Abuelo. Es un personaje que merece su producción, quizás acá en Argentina no tenemos tanto la tradición de hacer película sobre nuestros artistas. Es un modo de que las generaciones más nuevas también se reencuentren con esos personajes. Miguel tenía una vida tan poética como intensa, me encantaría dirigir una película sobre él.

-Bueno, la dirección siempre fue una opción para vos. De hecho, antes de decidirte por la actuación casi estudiás cine ¿Lo ves como algo cercano?
-Está en mis planes, me encantaría. En mi época de estudiante dirigí tres cortometrajes. Igual, no sé si me siento ya preparado para hacerlo. Es parte de todo un proceso y hay que aprender a disfrutar de los procesos. El deseo sin dudas está y las ganas de presentar mi mirada, también.

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