Como si todo hubiera cambiado. Camino la ciudad como si algo fuera distinto ahora, pero no, el aire no cambió, la calle es la misma, el chico que me gusta no me quiere más que antes, mi vecina saca al perro igual que ayer, el almacenero sube la persiana, alguien grita a lo lejos, y todo como si nada. ¡Pero acá adentro!! ¡Acá adentro todo está de cabeza!
Como aquella mañana de hace unos 10 años, en la que en una cocina extraña de un país que no es el mío, descubrí algo de mi vida que me cambiaría para siempre. Esa mañana me fui al mar, porque era un pueblo con mar, y me quedé sentada ahí hasta que se hizo de noche. No sé si lloré o no. Si sé que cuando volvía caminando, hice lo que siempre hago cuando no puedo con lo que tengo dentro: empecé a escribir en mi cabeza.
Volví a Argentina y no paré de escribir, escribir, escribir, escribir y no paré hasta tener un mamotreto de 300 páginas. ¡Por suerte no lo pude filmar en el momento! Hubiera sido un desastre.
La niña, detrás de la mujer, detrás de la niña.
Entre una cosa y otra, incluso las dudas de exponerme contando una historia tan íntima, pasaron unos 10 años y un montón de cosas: logré ir a clínicas en Cuba y Francia que ayudaron a darle forma al guión ¡Conocer La Habana, Paris! Pero sobre todo a correrme de los hechos reales y empezar a friccionar, extrayéndoles el significado sin tratar de narrarlos tal cual eran. De a poco fui corriéndome más y más hasta llegar al guión final, que tiene muchos elementos de ficción con esencia de cosas que viví. No es literal es “una adaptación libre de mi vida”.
Decidí hacer yo misma el casting. Con Andrea Carballo ya había trabajado, así que ya formaba parte. Después surgió el nombre de Esteban Lamothe. Con ellos empezamos a trabajar acá en Buenos Aires, así que no tenía miedos.
Para elegir a la niña vimos a unas 600. Acá nos ayudó la gente de Casting Club, pero nos fuimos al sur porque yo buscaba una nena diferente.
Fuimos a escuelitas aisladas, fuimos a todos lados. Huenú se presentó con su pelo rojo y su espíritu salvaje. Me enamoré al instante. De las 600, quedó ella y otra más. ¡Solo dos! Y muy diferentes, la otra nena era bellísima, pero le daba a la película algo mucho más nostálgico, llevaba la película a otro estado, otro tono de actuación. Sabía que me jugaba la película en esa elección.
Huenú tenía eso que yo creo que es un poco mi esencia: esa mezcla de fragilidad y fuerza. Y creí que eso era lo que necesitaba el personaje.
Esteban Lamothe acompañó el proceso de realización del filme desde el primer momento.
El rodaje en la Patagonia fue una locura, una de las experiencias más duras de mi vida. En todo sentido. Yo me quería volver, quería largar todo. Cuando conseguía señal hablaba horas con mis amigos de Buenos Aires, ellos me mimaban y me alentaban “Si podés con esto vas a ser indestructible” así que me quedé. Para resistir, escribía un diario de rodaje furioso. Un poco por eso, y un poco porque por la noche, cuando lograba abstraerme de todo, miraba el material ¡Era mágico! A pesar de todo, yo sabía que ahí estaba pasando algo… y así llegué al final del rodaje ¡Aunque lejos de ser indestructible!
Después vino la etapa de edición que fue mucho más disfrutable. En parte porque acá estaba contenida por los amigos, y si algo andaba mal o andaba muy bien, podía ir a tomar una cerveza y charlarlo o que me dieran un abrazo, y porque con Juan Pablo ya habíamos trabajado mucho. El le puso todo a la peli y me contuvo un montón. Siempre me esperaba con cosas ricas ¡Ja! También Alejandro Brodersohn nos ayudo mucho en ese proceso con su amor y su mirada.
La etapa de post de sonido también fue hermosa, con Martin Grignachi, que tiene un talento y una calidez enorme. El sonido le dio una dimensión zarpada a la peli. ¡Hasta cambiamos el final con el sonido!
Todo ese amor estuvo muy bueno para mí, para irme curando del rodaje.
Con el paso del tiempo, amé la pelí, la detesté, la volví a amar y así. Ahora estoy en etapa “amor”, pero pasé por todas.
Por mi parte prefiero las películas (y las personas) más rotas, más honestas, las que dejan ver la herida. Las películas muy prolijas no me las creo (igual que a las personas) Creo en el cine que nos sale de tan adentro que no sabemos dónde es. Para mí, ese cine, ya no importa si es perfecto. Creo que si es verdadero no puede estar mal.
Así que, con esto dicho, puedo decir que no sé si es la mejor película que pude hacer, realmente ya no me importa, y tampoco me importa cómo le vaya (Aunque, obvio, me gustaría compartirla con mucha gente) Pero no es lo importante ya. Yo, la niña rota, la niña rara, atravesé todas las mareas internas y externas y logré hacer una película; y que es, sin dudas, completamente honesta.
Pd: Voy en el ascensor y miro a las cara de la gente para ver en ellos un ápice de cambio, apenas un gesto que denote una diferencia, ¡Yo hice una película! ¿Cómo es que nada cambió en su universo? Como pasa con todas las cosas que nos tocan profundamente creemos que también modifican a los demás, pero no, somos nosotros los que cambiamos, por eso lo vemos todo distinto, las calles, las hojas, las voces, el chico que nos gusta, la siesta, el mate cocido.
Yo, yo niña, yo grande, yo mujer, pude hacer una película y ya no voy a ser nunca más la misma.
Natural Arpajou
(Directora de Yo niña)
2 Comentarios
Stella
24/10/2018 at 19:42Me emociona de solo leerla. Pienso en todos nosotros y en el sentir la abstraccion de sentirse niños. Un flash. Como cuando lo sos y el tiempo pasa tan lento y las cosas son tan lejanas. En todo ver inmensidad. Felicitaciones para la genia que esta atras de todo esto Natu
Natural
24/10/2018 at 22:29Muchisimas gracias Stella por lerr, mucas gracias por tu comentario.