LA HERMANDAD describe la experiencia de un campamento histórico que acontece desde 1952 en un colegio pre-universitario de Tucumán que hasta 2017, era exclusivamente para hombres. La película retrata el último campamento de varones, previo al ingreso de la primera generación de mujeres. Narra la infancia y construcción masculina desde los ojos de niños de 10 años.
Para dar a conocer este mundo elegí poner la cámara al lado de los chicos que recién entran al colegio, porque verían ese campamento por primera vez al igual que el espectador, coincidiendo el punto de vista. A pesar de haber 500 estudiantes de 11 a 18 años, los niños de 10 años tienen la verdad, la sorpresa de lo desconocido, reflejan de forma genuina ansiedad, la alegría, el temor, la incomodidad y la emoción que iban a vivir. Y desde esa mirada inocente, honesta, sin prejuicio, consideré que le sería más fácil a un espectador empatizar.
Tenía que elegir a través de que ojos puntuales iba a narrar, el punto de vista real, rostros vivientes que representen como un chico llega, vive, y como vuelve. Por eso inicie un proceso de búsqueda de personajes un mes antes de ir al rodaje visitando esporádicamente el colegio. Luego de los permisos pertinentes de la institución, los organizadores del campamento, y los padres, desde mi lugar como egresado pude vincularme rápidamente con los chicos, compartiendo mis vivencias y experiencias como ex alumno, volviendo a recorrer con ellos esos espacios que me contuvieron.
A medida que pasaban los días, me pedían el celular y se registraban a sí mismos. Al mirar ese material lo primero que percibí fue la naturalización de la cámara, el acostumbramiento brutal que tiene esa generación con la imagen digital, la conciencia del registro de sí mismos. La cotidianeidad del Instagram, la foto, el video. Lo cual significó que a ellos el registro en sí no los modificaba, lo que había que conseguir luego era el acostumbramiento e invisibilidad con el dispositivo en el rodaje, la cámara grande, el micrófono con caña y el equipo técnico.
Una semana antes de grabar, elegí a quienes consideraba representativos de las individualidades típicas de un grupo de amigos, que cualquiera reconocería la personalidad. En este proceso, me encontré con quienes me sentía más identificado, que inevitablemente me hacían acordar de una u otra manera a mi yo niño, a mí en el campamento. A distintos estados por los que había pasado. Es por eso que definí estereotipos claves: el líder, su antítesis de perfil bajo, el más jodón y bromista, el más intelectual, el que todo le da igual, el crítico y más adulto en su pensamiento, el que se dedica más a observar que a participar, entre otros. Todos estos niños son un pedacito de mí; y al mismo tiempo, son perfiles de las personas, característicos de cualquier comunidad.
Martín Falci
(Director de La hermandad)
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