Su curriculum incluye publicidades muy vivas en el recuerdo de la gente, teatro clásico y contemporáneo tanto aquí como en Europa, y películas tan diferentes entre sí como Extraños en la noche, La cacería o Verdades verdaderas.
El CV sigue: nació en Comandante Piedrabuena, Santa Cruz, tiene 33 años, un marido “sin papeles”, un hijo… Un poco más abajo: español, inglés, francés, bastante lógico; canto, piano, danza, poker… ¿Poker?
Alexia Moyano se ríe ante el descubrimiento y cuenta la historia de Dan, un amigo muy querido que vive en Estados Unidos. Él le enseñó a jugar al poker tan pero tan bien que ahora es ella la que gana cada vez que se encuentran. “También me gusta el truco, pero ahí no tengo la misma suerte”, aclara completando el listado timbero. La anécdota no sería relevante, si no fuera porque Dan es uno de los referentes de Alexia a la hora de juzgar su trabajo: “Confío tanto en él que soy capaz de mandarle un casting por Skype para que me de su opinión”. Pero no es el único, también están su familia, sus amigos, y cualquiera que ella sienta que le puede dar un buen consejo. Y es que a la protagonista de El prisionero irlandés le gusta buscar la devolución de los otros, pero no por inseguridad sino como una manera de crecer: “Me potencia ese ida y vuelta, por ejemplo me encanta hacer escenas con otro actor, como los diálogos que tenemos en la película con Tom Harris. Esa historia de lucha y amor, ambientada en 1806 siento que crece y se hace más fuerte en cada diálogo de nuestros personajes“.
-¿De todo este abanico de buenos consejeros quién fue el que te convenció de aceptar el papel en El prisionero irlandés?
-Sabés que justo en ese caso no me convenció nadie. Leí el guión, me sentí muy segura con el papel e inmediatamente dije que sí. También era una forma de agradecer la confianza de los directores, que me lo ofrecieron sin hacer casting. La primera vez que me pasa.
-¿En serio la primera?
-¡Sí! ¡Fijate qué lance que se tiraron conmigo! Cuando ellos estaban buscando a la actriz, su hija Delfina, que me había visto hacía siete años en un ejercicio en la ENERC, les dijo: “No pensaron en Alexia Moyano”. Al mismo tiempo, de pura casualidad, recibieron un mail de mi representante hablándoles de mí. De todo esto me enteré después pero todavía me parece increíble.
-¿Qué te costó más de hacer la película, la interpretación o andar todo el tiempo con ropa de época?
-La ropa me encantó, pero fue todo un tema. Cuando filmamos estaba embarazada, así que pasaban las semanas y la pobre vestuarista cada vez me apretaba más la pollera (Risas). Igualmente lo más duro del rodaje fue el clima, llovió casi todo el tiempo. Dormíamos a 20 kilómetros de la locación y llegar a veces se complicaba, era camino de ripio y se inundaba enseguida. A veces por culpa del agua se cambiaba el plan la noche anterior. Yo me divertía pero los chicos de arte y los directores corrían como locos.
-Tu actuación tiene muchos primeros planos y es muy contenida. ¿Le cuesta más un papel así a alguien que tiene formación teatral?
-No necesariamente. Igualmente yo siempre me sentí más cómoda haciendo cine, el teatro me fascina pero me pone más nerviosa.
CUESTIÓN DE IMAGEN
-¿Sos de las actrices “de manual” que ponen a la publicidad varios escalones más abajo que el teatro o el cine?
-Para nada, yo aprendí muchísimo de la publicidad, siempre me llevé cosas buenas. Además me tocaron algunas “de la hostia”, la de Canal 13 HD por ejemplo. O una que hice hace poco para Estados Unidos con Armando Bo. Tengo mucho para agradecerle a la publicidad.
-Ya que hablamos de la de Canal 13 donde hacés de francotiradora, en su momento se dijo que cuando firmaste no estaba la escena en ropa interior, ¿fue así?
-En realidad, yo iba a salir con un vestido y a último momento se cambiaron las cosas. No sabés mi cara, hasta el director se dio cuenta de que no me gustaba la idea. Pero la decisión ya la habían tomado los productores así que me quedaban dos caminos: hacerles un piquete, o ponerle la mejor onda. Y me dije “Dale Alexia, vos podés”, y salió. Esa fue la vez que más tuve que mostrar de un modo que yo sentía menos justificado. Cuando la empezaron a pasar me llamaron mis tíos y me dijeron “Nena… ¿Qué necesidad había?” (risas).
-Deben estar mucho más contentos con Luisa, que además de andar de largo tiene más temple que cualquiera de los hombres que la rodean.
-¿Viste? Es un protagónico muy fuerte. Una mujer que se la banca sola de esa manera. Será por mis raíces, porque mi familia vino a poblar la Patagonia, o por mi carácter no sé, pero a Luisa la comprendo mucho, en ella hay mucho de mi propia historia. No me es lejano el campo. Hoy estoy viviendo acá, pero yo soy de un pueblo. Yo no tenía que ver fotos para saber cómo es un gallinero, de chica juntaba los huevos de las gallinas.
-¿Te alcanzó ese ADN compartido para componer el papel?
-No, también leí muchos libros de historia. Hay uno que me fascinó, se llama Allá en la Patagonia, son las cartas que una mujer alemana que se había venido con su marido y sus hijos al Sur le mandaba a su madre. Es impresionante, me ayudó mucho a entender las adversidades que debía enfrentar una mujer en esa época.
-Ahora tenés que aprovechar tanto estudio y buscar otra mujer fuerte para interpretar.
-Me encantaría hacer a Juana Azurduy, es alguien que admiro mucho y tiene una historia fascinante. Ese sería un proyecto que aceptaría hacer sin dudar.
-La última con esta carrera en permanente ascenso, ¿todavía no te la creíste?
-Para nada. Apenas me la crea va a venir alguien y me va a bajar de un hondazo, así que por ahora dejame que estoy bien así.
-Gracias Alexia.
-Antes de irte, ¿querés escuchar el texto que estoy ensayando para una muestra? Me gustaría saber tu opinión.