Una pregunta que suele surgir después al ver Las lindas es cómo me siento al haberme expuesto tanto en la película. Era algo que esperaba, dado que la película está contada en primera persona y tiene muchos rasgos autobiográficos, en los que yo misma hablo sobre cosas que me pasaron, que pensaba, que sentía. Siempre intenté alejarme del tono confesional y de la idea de “diario”, pero entiendo que pueda percibirse de esa forma, en parte.
Además, la película está plagada de mis fotos personales desde que nací hasta la actualidad. Fotos que me sacaba mi papá cuando era chica, fotos de mis vacaciones, con mis amigas, fotos de celular, fotos que me sacaba a mí misma para ver cómo salía, para ver si salía linda, para reconocer mi rostro.
El proyecto comenzó en 2013 llamándose Autorretrato, luego pasó a ser Las lindas (Autorretrato) y finalmente quedó solo Las lindas. El nombre original, perdido por falta de punch, era una consecuencia directa de mi intención: quería hacer un autorretrato. En esa época era ayudante en la cátedra La Ferla/Boschi de Técnicas Audiovisuales, en la FUC, la única materia que cursé (y diría la única de toda la carrera) en donde se estudia este género (el autorretrato).
A la vez, cursaba el taller de Dirección IV con Rodrigo Moreno y Juan Villegas, en el que podíamos desarrollar un proyecto personal completamente libre. Fue en el cruce de estas dos instancias que me propuse realizar un autorretrato. Los delineamientos principales del género serían los siguientes: la narración en primera persona y la construcción del yo como personaje (entendiendo que “yo es otro”, y que no por expresarse en primera persona deja de ser una construcción) vinculado a “tópicos universales”. Es decir: partiendo de la narración de lo privado y personal se llega a temas generales, públicos. Del microcosmos al macrocosmos. El autorretrato busca, a partir de la historia personal, conectarse con algo más universalmente humano, o reflejar un estado de las cosas. Probablemente sea lo que hace el cine siempre, indefectiblemente.
En el caso de Las lindas, mi búsqueda fue conectar mi propia historia personal con una lectura sobre la construcción de los géneros, sobre el devenir en mujer en tanto proceso cultural más que biológico.
Teniendo este bagaje teórico presente y siempre intentando volver a eso, los problemas de la narración de mi propia historia no pasaron por si estaba o no estaba exponiendo demasiada intimidad. Pasaban por cómo construir un relato interesante y que hablara de los problemas que quería hablar a partir de las fotos de mis vacaciones, por ejemplo.
Creo que toda experiencia que pueda articular con tanta distancia y análisis ya no es urgente desde lo personal: como en una ficción, uno construye uno o varios relatos de su propia vida, para poder contar(se)la, para dar sentido, para superar. Porque, como en las películas de terror, lo que no se ve (lo que no se puede explicar) es lo más oscuro y lo que más miedo da.
En cierta forma, también pienso que mis experiencias no se restringen únicamente a mí misma (ninguna experiencia es completamente singular, siendo éstas producto de fenómenos culturales que nos engloban a todos). Sabía que iba a compartir algo con lo que otras personas se iban a identificar y eso era lo que buscaba. Ese es el costado terapéutico y liberador de compartir experiencias, no solo para el que las expresa sino también para el que las recibe. Al volver públicas las cuestiones que aparecen en Las lindas, dejaban de estar tan encarnadas en mi persona, me las saqué de encima/adentro.
Fue un proceso bastante fascinante el distanciarme tanto de mi propia imagen para construir el relato de la película. Es algo que suena evidente, pero pude entender en un nivel más profundo que las imágenes no encarnan a las personas. Eso fue liberador también.
Pensando en esto me doy cuenta de que siempre tuve un acercamiento muy abstracto a este proyecto. Supongo que esa fue la base, luego todo el resto fue muchísimo más intuitivo y espontáneo, tanto es así que nunca se me ocurre hablar de eso.
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