Hace dos años, en las mismas carpas, y con la misma emoción, Juan Palomino hablaba de su bandana (característica en él desde ese momento) como un homenaje a Leonardo Favio. Es sabido que fue una asignatura pendiente para el actor y director del Festival Internacional de Cine de las Tres Fronteras, trabajar o al menos tomarse un mate con el mítico director. Favio es cine, y en un certamen como este es imposible no contar con su presencia.
En esta oportunidad esa (omni)presencia fue por partida doble. Cuando caía la segunda y calurosa jornada -esperable y sorteada con fortuna gracias a “señores aires acondicionados”- comenzó un homenaje que será inolvidable para todos los que estuvimos ahí.
Con la presencia de Edgardo Nieva, inolvidable protagonista de Gatica, el mono, el propio Palomino presentó al director Eduardo Pinto, artífice de una entrevista de más de dos horas con Leonardo. De ese material inédito se proyectó una apretada edición de 15 minutos. Formidable.
Palomino escucha atento las anécdotas de rodaje de Alejandro Venturini.
Favio -ya mayor y enfermo-, en la intimidad de su casa y en la confianza de un amigo, habla de su vida, del cine, de las nuevas y viejas generaciones, de su relación con Leopoldo Torre Nilsson. Las ganas de más, mucho más, se prendieron cuando se apagó la pantalla. Es de esperar y desear, que Pinto continúe su trabajo con ese material y que se pueda ver en su totalidad y apreciar como corresponde: el legado humano y cinematográfico del más grande de todos.
La emoción fue en aumento cuando Nieva presento a Alejandro Venturini, creador de la excelente Favio, crónica de un director. La película, que esta semana tiene su estreno comercial, recoge testimonios de familiares, amigos y el propio director en la búsqueda de construir y eternizar el rompecabezas de su vida, donde no faltó la carencia pero también el éxito y el compromiso social y político.
El trabajo de Venturini es obsesivo y minucioso, logrando lo que muchos quisieron pero nadie pudo. Hablar de la persona y la leyenda como parte d euna unidad indivisble. Los fragmentos de filmes de Favio, como Crónica de un niño solo generaron un clima muy especial, en los niños presentes en la proyección que, contra todo pronóstico, quedaban subyugados por lo que devolvía la pantalla.
Un momento de magia, arte y cine, que encontró en el Festival de Tres Fronteras el mejor lugar para perpetuarse en la historia nacional
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