De un lado Guillermo Francella, un cómico consagrado que desde hace rato se esfuerza para superar el estigma de comediante. Del otro Luisana Lopilato, una chica que se hizo famosa como una “cara bonita” y desde hace años que intenta ir por más. En el medio Alejandro Maci, un director que nació en el cine, pero creció en la televisión y el teatro. El terceto confluye por primera vez en la pantalla grande, en un blend llamado Los que aman, odian.
Basada en la novela homónima escrita por Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo en 1945, la película marca el regreso de Maci tras dos décadas de ausencia (su único filme anterior, El impostor, se estrenó en 1997). “Me da un gran orgullo y placer que una productora como Patagonik se haya interesado en mi trabajo”, afirmó el director ante el inminente estreno de esta historia que mezcla amor, misterio y muchos elementos de época.
-¿Qué te motivó a volver al cine después de tanto tiempo?
-Más que una motivación lo que pasó es que finalmente me resultó posible concretar un proyecto. Tuve otras historias en estos años pero fueron difíciles de armar y no había logrado obtener el financiamiento y toda la articulación que un proyecto cinematográfico implica. Por otro lado, se bifurcaron los caminos y me aboqué mucho a mi trabajo como guionista y director en televisión.
-Es un proyecto que venías trabajando desde hace mucho.
-Sí, me fue difícil obtener los derechos de la obra porque está escrita a cuatro manos y entonces supone dos herencias literarias. No fue simple conseguir la autorización para poder adaptarla. Por suerte, conocía a una parte de la familia Bioy / Ocampo por muchos proyectos previos que hice en televisión y teatro. Adaptarla fue otro gran escollo.
-¿Qué es lo que más costó?
-El problema era que la estructura de este relato policial no era directamente trasladable a la pantalla en esos mismos términos en que funciona literariamente. Transformar el texto en imágenes y diálogos se complicó bastante. Cuando empezamos a trabajarla con Esther Feldman fuimos, de algún modo, terriblemente omnipotentes y creímos que contábamos con la clave del camino cinematográfico del relato. Pero a medida que lo hacíamos nos chocábamos con muchísimos obstáculos que nos hacían ir, venir y recomenzar. Había una especie de efecto dominó que hacía que cada vez que tocábamos un elemento, se cayera todo el resto. Por otro lado, mientras tanto, estaba la otra parte de armar un proyecto: la búsqueda de financiamiento, definir un criterio y concepto que haga que esa película sea vista por mucha gente y guste. Es muy difícil.
-En ese interín, perdiste a Leo Sbaraglia, la primera opción para el protagónico que ahora hace Francella.
-En eso jugó otro gran problema que tuve, relacionado con la extensión y el vencimiento de los derechos. Yo no podía seguir prorrogando mi dominio de los derechos y estaba obligado a tener una concreción del proyecto. Leo es un actor muy ocupado y tuvimos que replantear la situación. Pero creo que siempre el proyecto va primero y uno va sorteando las dificultades que se van presentando como puede. En el medio, Luisana también se ocupó, se embarazó y tuvo un bebé, pero por suerte estuvo justo a tiempo para volver con nosotros (risas).
-¿Coordinar con Guillermo Francella te resultó más fácil que con Leo?
-No, él también es un actor particularmente ocupado. Pero tuve la suerte de que, aún así, se interesara tanto por el proyecto como para que hiciera un esfuerzo. Que se haya interesado por mi trabajo y por este relato de época fue una locura. Todavía no termino de creerlo, me parece un sueño.
-¿Creés que de a poco Luisana se va consolidando en el drama? Vos fuiste parte de su quiebre actoral cuando la dirigiste para televisión en En terapia.
-Sí, no le fue fácil encontrar su lugar y yo lo aprecio un montón. En esa ocasión, se entregó totalmente al personaje y a mis indicaciones. Eso me encantó. Yo soy muy obsesivo y valoro mucho cuando los actores hacen eso. Este papel era totalmente distinto a lo que habíamos hecho juntos y me parece que ella logró lucirse muchísimo en esta película. Incluso, la vimos juntos y me dijoj que no se reconocía.
-En ese sentido, Guillermo y Luisana son dos actores que tuvieron que salir del encasillamiento del humor. De hecho, ambos protagonizaron Casados con hijos.
-Luisana y Guillermo fueron y son una dupla potentísima para el relato de Los que aman, odian. El público los va a ver irreconocibles, en el mejor sentido del término. Son personajes muy diferentes a ellos. Luisana se ha ocupado de formarse actoralmente y desandar un camino que podría haber sido mucho más cómodo para ella. La han llamado millones de veces para hacer comedias pasatistas pero ella rechazó esos trabajos, corriendo el riesgo de que el tren no volviera a pasar nunca más. En el caso de Guillermo, él tenía un lugar recontra instalado en el medio, su vida funcionaba sobre rieles. El cambio respondió a una necesidad personal y artística, y la verdad es que me encanta ver actores que de alguna manera siempre son jóvenes, en el sentido de bancarse el cambio y la inseguridad que éste genera. Para mí, contar con él en esta vuelta al cine fue un honor.
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