Luego de un año de mucho trabajo -en el cual filmó cuatro películas en Argentina y en España-, Joaquín Furriel estrena Las grietas de Jara, dirigida por Nicolás Gil Lavedra y coprotagonizada por Oscar Martínez, Laura Novoa, Soledad Villamil y Santiago Segura. En ella interpreta a un arquitecto disconforme con su vida profesional y laboral, que se ve envuelto en un problema del pasado cuando una joven llega inesperadamente al estudio donde trabaja buscando a un tal Nelson Jara. Los recuerdos de la relación entre ambos abren una grieta en la precaria estabilidad del arquitecto, derrumbando las certezas que lo sostuvieron hasta el momento.
Con siete protagónicos cinematográficos (que se suman a una veintena de éxitos televisivos y teatrales) Joaquín se ubica de lleno en el podio de los más talentosos actores de cine que tiene hoy nuestro país. El mismo que no hace muchos años se vestía de Papá Noel en la estación de San Isidro para ganarse el mango…
-Ya vamos a hablar de la película pero antes, y teniendo en cuenta que hace poco fue Navidad, contame: ¿te volviste a poner el traje de Papá Noel como cuando trabajabas de eso?
-Por suerte ya no (risas). Cuando estudiaba en el Conservatorio tenía muchos laburos para poder bancarme la carrera. Con un grupo de amigos nos contrataron para hacer de Papá Noel y sus amigos en el Tren de la Costa. Hacían 35 grados de calor y yo estaba vestido como un Papá Noel nórdico, con las botas de cuero, los guantes y toda la ridiculez del ritual. Me paraba en la estación de San Isidro, ahí tenía un trono donde me sentaba y escuchaba los deseos de todos los niños que me pedían regalos. Incluso algunos me hablaban en inglés.
-Una cuestión casi actoral te diría.
-No, lo estás exagerando un poco. Me gusta que lo pienses así, pero no (risas). Era estar detrás de ese disfraz nefasto, muerto de calor. No veía la hora de terminar, cobrar e irme. Pero gracias a eso pude estudiar sin tener un trabajo fijo que me complicara.
-Y gracias a ese y otros trabajos unas décadas más tarde estamos haciendo una nota por Las grietas de Jara. Empecemos con una definición.
-Si tuviera que elegir un género para esta película, creo que se enmarca más en las características de un thriller psicológico. Todo lo que ocurre entre mi personaje -Pablo Simó- y el Nelson Jara de Oscar, es una especie de juego del gato y el ratón. Es una película con mucho suspenso. Un policial donde no hay tiros ni balas. Las cosas que le suceden a mi personaje hacen que se dé cuenta de qué es lo que lo mantiene despierto.
-Tanto que ver con lo laboral como con lo personal.
-Claro. Por un lado, después de trabajar durante varios años en el mismo estudio, siente que no puede llevar la arquitectura hacia el plano creativo que él quería, y eso deriva en una angustia y una no pertenencia. Pero también está lo que le ocurre con su matrimonio y su familia. Es una persona con pocas preguntas, que se hace pocos interrogantes y que sigue la vida tal cual como las cosas se dan. Por eso, cuando le llega el momento de afrontar situaciones críticas no sabés muy bien hacia dónde va a disparar.
-¿Cómo fue el proceso para componerlo? Es de esos personajes que se basan en lo no dicho y lo no expresado.
-Pablo Simó se expresa y habla con silencios, como una manera de ver lo que está pasando. A la hora de componerlo, hablamos y ensayamos mucho con el director antes de filmar. Los ensayos que tuvimos con Oscar también fueron muy importantes para mí porque él me interpelaba, me hacía preguntas para ver por qué rumbo iba mi personaje. Él no es solo un gran actor, sino que también es director. Sus consejos fueron muy valiosos.
-Sé que concebís la actuación como un ejercicio más, donde no necesariamente se involucra algo tuyo en cada personaje, pero ¿hay algo que te identifique con él?
-Cómo decís vos, yo no tengo una relación muy psicodramática con los personajes o muy biográfica de ver qué puedo comprometer directamente de mí en cada interpretación. Al contrario de Simó, yo trato de estar atento a mi crecimiento, a la edad y a lo que me va pasando. En la medida de lo posible, trato de modificar rápido cuando algo me incomoda o cuando algo está mal; y lo que está bien lo disfruto mucho.
“Oscar no es solo un gran actor, sino que también es director. Sus consejos fueron muy valiosos”, dice Joaquín sobre su compañero.
-Si bien tu personaje es bastante estático, en un momento determinado decide dar un volantazo en su vida. En tu caso, ¿cuando considerás que diste un giro importante?
-En realidad, yo no pude elegir un volantazo de manera premeditada. Cuando cumplí los 41, no sé si de manera casual o no, me fracturé la espalda y al poco tiempo tuve el ACV. De alguna manera, esos límites físicos, esos sustos terminaron invitándome a replantear un poco cómo era mi vida, qué estaba pasando y qué cosas podían ser de otra manera. Convivía entre tiras diarias y obras de teatro, la exigencia terminaba siendo muy alta. Me dí cuenta de que en el cine podía tener el mismo nivel de exigencia, en un tiempo un poco más reducido. Todos buscamos lo que sea para poder despertarnos con ganas de algo, el trabajo es una de esas cosas. En este caso, evidentemente mi cuerpo no lo resistió o tuve un llamado de atención como para poder modificar los hábitos de vida.
-Nombraste el cine como un nuevo rumbo en estos últimos tiempos y fue algo que te llegó más de grande, ¿considerás que fue en el momento justo?
-Es algo que no lo tengo muy claro. Te cuento una coincidencia: Ricardo Darín y yo tenemos el mismo representante. Él me contó que Ricardo hizo Nueve Reinas (2000) más o menos a la misma edad que yo arranqué acá, y ahí es donde empieza su recorrido cinematográfico fuerte. Lo que sí creo es que antes no hubiera entendido el cine como lo entiendo ahora. Tantos años de haber hecho mucha televisión y teatro de texto, me dieron una experiencia y un entrenamiento que es muy bueno y conveniente para las películas. Cuando empecé jamás pensé que dos años después iba a estar filmando cuatro proyectos como hice el año pasado. Eso se da o no se da y por suerte, hasta ahora se me dio.
-Incluso antes hubo propuestas a las que dijiste que no.
-En realidad, pasaba que yo estaba haciendo mucha televisión y teatro. Además, los guiones que me ofrecían quizás no me conmovían mucho. Sentía que no valía la pena hacer este tipo de películas cuando dejaba de lado proyectos de televisión o teatro que me resultaban muy buenos. Pero a partir de Un paraíso para los malditos (2013) de Alejandro Montiel, todo cambió. Luego vino El patrón, radiografía de un crimen (2015) con Sebastián Schindel y empecé a recibir otro tipo de guiones. Esto también tiene que ver con la edad, cuanto más grande es uno más conflictos tiene para trabajar. Me resultó mucho más interesante hacer cine a esta edad que a los 30 años.
-El patrón, radiografía de un crimen fue una película que te trajo grandes reconocimientos y satisfacciones. ¿Eso ejerció cierta presión en el camino?
-No, para nada. Para mí ahí es donde perdés la libertad. Si tenés que cuidar algo, ya dejaste de ser libre. Lo que sí creo es que para mí fue un punto de inflexión. Ahora, está disponible en Netflix y que tanta gente tenga acceso a ella, me da una gran satisfacción porque fue mucho trabajo y porque, más allá del entretenimiento, la película tiene un valor por lo que se habla. Hace poco tiempo, viajé a Ginebra a la ONU porque la Organización Internacional del Trabajo la eligió para comunicar la problemática del trabajo esclavo.
-¿Qué sucedió finalmente con Luz de Juan Solanas? Ese era un gran desafío: interpretar a un apropiador de bebes.
-Es un proyecto que tengo muchas ganas de hacer. Por cuestiones de producción se fueron modificando los tiempos. Ojalá, cuando finalmente se logre concretar yo tenga la agenda disponible para participar. Calculo que este año o el año que viene la película terminará de confirmarse para poder realizarse.
-Además, es un personaje que está en las antípodas de la moral y la ética propia.
-Es verdad, pero yo como actor no creo que lo que interpreto tenga que estar relacionado con mi ética o mi moral. El hecho interpretativo me gusta como un espacio de libertad. Me interesa contar la historia aunque no comparta nada con mi personaje. Sé que lo puedo trabajar y es un gran desafío. Nunca interpreté a alguien tan alejado de mí y todo lo que hace me parece repudiable, pero como actor hay que encararlo por otro lado.
-Hace poco se te escuchó hablar de la situación del INCAA, ¿cómo evaluás el momento actual?
-Creo que me falta información para estar un poco más lúcido y darte una respuesta concreta. De todos modos, lo cierto es que uno puede estar atento y disconforme pero al mismo tiempo son las decisiones de un gobierno que ganó elecciones democráticamente. Hay que ser respetuosos también con lo que se está proponiendo y darle tiempo a la gestión, pero estar cerca y atentos a ver qué tipo de medidas se van a tomar. Lo que pasó en su momento con Alejandro Cacetta fue algo muy fuerte porque era alguien muy querido y respetado en el ambiente cinematográfico. Eso generó que todo se paralizara y fue muy negativo porque muchísima gente que hace cine se quedó sin trabajo.
-Tu 2018 parece ser un año también destinado al cine con dos películas más.
-Sí, en marzo arrancamos a filmar la nueva película de Sebastián Schindel, basada en un cuento de Guillermo Martínez. Eso me pone muy contento, después de El patrón y todo lo que significó para ambos. Ni bien termino, me voy para España a filmar una comedia que dirige Alejo Flah y coprotagonizo con Daniel Rovira. Es una historia buenísima y tengo muchas ganas de hacerla. Somos dos tipos que vamos tras un tesoro y un sueño imposible. Dos antihéroes, dos losers que se encuentran para ir en busca de una salvación y todo lo que les pasa desde Madrid hasta Gibraltar realmente es muy gracioso.
Mirá el trailer de Las grietas de Jara:
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