Un duelo repentino trastoca la realidad de una mujer extranjera, quien se encuentra de paso por Buenos Aires. La burocracia siempre presente hasta en los momentos límite la llevan al borde de la locura. Cuando menos se lo espera, aparece una vecina con la excusa de regar las plantas del departamento que habita y todo deriva en un periplo emocional en el cual es imposible distinguir lo real de lo irreal.
Si hay alguien que no esperaba al cine en su vida, esa es Maricel Álvarez. La artista dedicó gran parte de su carrera al teatro experimental e independiente, donde trabaja junto a su pareja Emilio García Wehbi. Incluso, fue gracias al teatro que le llegó la oportunidad para debutar en la pantalla grande: en 2010 coprotagónizó Biutiful, del mexicano Alejandro González Iñárritu que compitió en el Festival de Cannes y en los Oscars. Luego de una pequeña participación en A Roma con amor (2012) de Woody Allen, Maricel consolidó su camino en la cinematografía nacional. Este jueves estrena Vergel, a las órdenes de Kris Niklison, donde interpreta a la vecina que acompaña a esta mujer en su doloroso proceso de duelo.
-Tu personaje en Vergel cobra importancia a partir de la compañía que le ofrece a la otra mujer, quien atraviesa esa viudez y su renacer contando poco y nada.
-Claro, es una conexión muy fuerte entre dos personas que se da de una manera extraordinaria, sorpresiva para ambas. Por sus diferentes coyunturas, las dos deciden embarcarse en esta aventura. La viuda porque esta otra mujer, mi personaje, la ayuda a atravesar un dolor tan profundo como la pérdida reciente de su marido. En mi caso, el grado de libertad con el que mi personaje se mete habla de un tipo de naturaleza que está dispuesta a ese tipo de cambios. Es una película hecha con mucha libertad.
-En ese sentido, hay una cierta similitud con Biutiful. Si bien ahí la muerte aparecía de una manera más programada, vos siempre estás acompañándola de alguna manera.
-Es verdad, en las dos películas mi personaje es disruptivo. En el caso de Biutiful, por su patología y por la historia en común con el personaje de Javier Bardem. En Vergel, por esa intromisión que la hace colarse en la vida del otro, sin pedir permiso, con mucha gracia. Vendría a ser como una luz para esta persona que está transitando un duelo profundo y que está habitando un espacio que le es ajeno, en parte por su extranjería. La vecina viene a poner un nuevo orden en ese mundo que estalló en mil pedazos.
-Con Niklison tienen orígenes similares, ambas vienen del teatro experimental ¿cómo jugó eso en el rodaje?
-Cuando hago cine entiendo que estoy en manos de otro, confío en él y trato de ser un material que el otro pueda modelar. Me involucro mucho con los directores en cada uno de los estilos con los que ellos proponen trabajar. En este caso, con Kris nunca nos desviamos de la labor de esta película. No apelamos a ninguna de nuestras herramientas más conocidas, que son aquellas que vienen de las otras disciplinas performáticas. Fue un trabajo de mucha concentración y rigurosidad. Kris me explicaba al detalle como quería abordar cada escena y yo lo hacía. El tiempo para desarrollar nuestro vínculo vino después. Ahí sí pudimos ahondar en todos los puntos en contacto y nos dimos cuenta de que tenemos mucho en común.
-También a diferencia del teatro, el cine requiere de una mayor sutileza a nivel actoral.
-En el teatro es más fácil para un actor entender lo que se necesita, mientras que en el cine el actor es más dependiente de la mirada del otro. Lo que en el teatro es más expansivo, en el cine tiene que ser más introspectivo porque la cámara es una lupa que todo lo amplía. Uno como actor tiene que estar muy marcado por el director, quererlo y confiar en él porque es la persona que te va a llevar a una buena o mala actuación.
-Si bien tu carrera se desarrolla principalmente en el teatro, en el cine lograste lo que muchos desean en poco tiempo. Me refiero a tu proyección internacional.
-Es verdad que muchos de mis pasos en el cine los hice en el exterior. Hubo un tiempo en que algunas personas, sobre todo aquellas vinculadas al cine, pensaban que yo no vivía en Argentina, pese a que mi trabajo en el teatro nacional era muy visible. Igualmente, es importante no ser presumido en esta profesión, porque tiene altos, bajos y mesetas. Todas las cosas extraordinarias que me pasaron a partir de mi participación en Biutiful se las debo al teatro. Yo no hice ni televisión ni cine comercial ni nada que me pusiese en ese lugar de visibilidad necesario para ser candidata natural a cumplir determinados roles. El teatro me ayudó a no marearme.
-Igualmente, uno puede pensarlo sin presumir. Vos estabas satisfecha con tu camino en el teatro e incluso, el cine no estaba entre tus expectativas.
-Es cierto que no tenía aspiraciones en ese terreno. Sentía que hacer cine era someterse a unas reglas de juego despiadadas. Tenía mucho miedo y prejuicios. A pesar de ser una persona fuerte, tengo mi vulnerabilidad también y no quería que la profesión que tanto amo y profeso se convirtiera en un padecimiento. Entonces siempre me mantuve muy alejada de los castings, de las pruebas, la vida social y los encuentros porque tengo hasta pudor de algunas situaciones. Cuando uno se está haciendo un nombre, esas situaciones suelen ser muy forzadas y yo prefería poner mi energía en otro lado. Así pasó el tiempo hasta que llegó Biutiful y me movió toda la estructura.
-¿Esos prejuicios fueron los que te llevaron a decir que no a varias propuestas?
-He dicho que no a proyectos que no me interesaban. Ahora, no fueron por prejuicio: tengo un juicio armado, hay claramente cosas que no me interesan hacer. Cuando la propuesta no te seduce, uno tiene que aprender a decir que no y esto no debe ser algo mal visto o estigmatizado. Negar algo por prejuicio sería una necedad. Yo recibo cada proyecto, lo analizo y avanzo o no según mis intereses personales y la afinidad que tenga con quien me ofrece el material.
-Después del boom Biutiful, tuviste muchas entrevistas laborales en Estados Unidos, ¿existió alguna vez la posibilidad de quedarse?
No, ni remotamente. Tal es así que jamás las puntas que se barajaron o surgieron en aquel entonces, dieron sus frutos.
-¿Y entonces cuál era el objetivo de esos encuentros?
-En realidad, ellos y yo no teníamos la misma idea. En Los Ángeles, todos me preguntaban cuándo me iba a mudar para allá. Yo no podía hacerlo. Tenía y aún tengo una vida acá en Buenos Aires y era un precio muy alto a pagar. Quizás, muy inocentemente pensé que podía mantener un sistema a distancia e ir sólo cuando tenía que trabajar. Pero no fue así, cada vez que me llamaban para un casting tenía que hacerlo sí o sí en ese momento y ni siquiera aceptaban tomarme la prueba por Skype o por video.
-Y en ese interín vino la propuesta de Woody Allen para participar en De Roma con amor.
-Sí, en realidad era sólo un cameo. Incluso, en el corte final quedó menos aún de lo que me tocó filmar. Tuve que lidiar con esa frustración, me quedé con sabor a poco de esta experiencia. En ese momento, tenía dos opciones: no aceptaba porque lo que me ofrecían era poco o aceptaba y probaba. Opté por la segunda alternativa y fui feliz porque aprendí y disfruté. Ahora, con el tiempo, caí en la cuenta de que la próxima vez tengo que meditarlo mejor.
-¿En qué sentido? ¿No lo volverías a hacer?
-Hay que plantearse cuál es el aporte. Si uno quisiera sumar un nombre más a su currículum, está muy bien. Pero yo a esta altura ya no quiero eso, porque si una experiencia no me aporta nada más que colgar una medalla, no me interesa. En ese momento, mis conocidos me decían que estaba loca si no me subía al avión y hacía lo que Woody me pidiera. Pasó inmediatamente después de Biutiful y yo pensé que el camino iba por ahí. Estuvo bueno haber surfeado esa ola, pero hoy, con la historicidad a favor, me cuestiono cuál fue el aporte de todo eso.
-Entonces, te repito: ¿hoy no lo volverías a hacer?
-No haría nunca más un bolo en ninguna película. No me tomaría un avión para irme lejos de mi casa por esa pequeña participación. Lo digo con mucho afecto por lo vivido y con cero arrepentimiento ni remordimiento. Esta bueno también pensar que hoy soy una artista mucho más madura y que necesito también trabajos que me desafíen, que me enseñen cosas nuevas y me permitan superarme.
-¿Qué proyectos en cine se vienen a futuro?
-En principio, lo que te puedo adelantar es que vuelvo a trabajar con Iván Fund en un proyecto cinematográfico. Eso me pone muy feliz. Es un proyecto muy deseado que espero pueda concretarse este año. Venimos hace tiempo, pero hay que ser paciente, el cine tiene sus tiempos. Es a partir de un guión de Santiago Loza y eso me encanta, porque solemos trabajar mucho juntos. Los proyectos por venir dependen de la suerte que corre el INCAA. Ojalá que el cine argentino tenga una vida próspera como se merece y el INCAA siga con su tarea. Estamos todos muy preocupados pero hay que tener prepotencia de trabajo, seguir trabajando, presentando proyectos y manifestándose.
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