¿Qué hacer cuando una casa no se siente como un hogar? ¿Qué hacer cuando los mandatos familiares pesan y hacen del cariño y la fraternidad familiar una tarea? A eso, se le suma la crisis económica que atraviesan miles de trabajadores a la hora de afrontar la difícil tarea de independizarse del hogar familiar. A medida que uno crece, además del cuidado personal, empieza a pesar la atención hacia los padres, momento en que ellos se vuelven casi hijos.
Estos cruces y dilemas se encuentran representados en Casa propia, la quinta película del director cordobés Rosendo Ruiz. Él fue uno de los protagonistas del “Nuevo cine cordobés“, a partir de De caravana (2012). Ahora, vuelve a apostar por una producción realizada íntegramente en su provincia, que tiene a Gustavo Almada como protagonista.
-¿De dónde nace la idea de este guión?
-Es algo que escribimos inmediatamente después del estreno de De Caravana, en 2012. En el medio, filmé otras películas y el guión quedó ahí, relegado. Hasta que se nos dio la posibilidad y la hicimos. Me interesaba tratar el tema de la gente que está llegando a los 40 años y todavía tiene conflictos no resueltos con sus padres. Era algo que nos llamaba mucho la atención tanto a mí como a Gustavo Almada, el protagonista. En la película hay mucho de nosotros dos. De alguna forma, son cosas que vivimos o conocemos gente que pasó por eso.
-La película habla de una doble crisis: una personal y otra económica que no le permite al protagonista solventarse más allá del hogar materno.
-Así es. Creo que el tema de lo económico funciona en parte como una excusa importante, pero a la vez también es un determinante fuerte. Realmente, el personaje con su sueldo de profesor no puede mantener dos alquileres, el suyo y el de su madre. Aunque, internamente, si uno quiere efectivamente irse, toma la decisión firme y de alguna forma se va. Ahora, la crisis que estamos pasando es clave ¿Quién puede acceder a una casa propia con facilidad? Solo con una buena herencia o pegando un trabajo que te dé mucho dinero.
-También hay una cuestión de no soy de aquí ni soy de allá, como decía Facundo Cabral. Una no pertenencia a ningún lugar.
-Tal cual. Hay una imagen crucial de eso en la película. Él se la pasa durmiendo en sillones: el del amigo, el de la novia, el del hospital. Incluso, en un momento llegó a ser el afiche de la película. En el fondo, es un tipo que está buscando su propio nido. Desde lo estético, desde lo visual, también era importante para mí marcar la sensación de la blancura. Cuando buscás o entregás un departamento, siempre tiene que estar bien pintado de blanco. Eso contrastaba con su casa humilde, precaria materialmente. Visitar esos espacios nuevos y blancuzcos era una imagen importante. Generar esa sensación de lo pulcro, lo limpio que te contiene también.
-Hay una cuestión de los mandatos familiares detrás. Él se debe hacer cargo de la madre porque es soltero, mientras que la hermana está casada, con hijos y por eso, no debe hacerlo, ¿esto llevó también a que algunos catalogaran a la película de machista?
-Es verdad que en el BAFICI nos juzgaron algunas cuestiones vinculadas al machismo a partir del perfil del personaje. Pero esas características no responden a ese modelo. Hay que reconocer que todos, de alguna manera, estamos presos del machismo. No es un problema de hombre y mujer, sino que es una forma. Sin embargo, en el mandato social es más la mujer la que se tiene que hacer cargo de la madre. Eso descoloca a aquellos espectadores que consideran ciertas cosas machistas. Si el personaje fuera un machista, no se haría cargo y se mandaría a mudar. Obviamente que el personaje es moralmente condenable, hace cosas muy juzgables pero no responde a ese modelo.
-Sos cordobés y cineasta que hace sus películas íntegramente allá. Dos ideas juntas que hace veinte años eran impensadas.
-Es verdad. Yo arranqué con una generación de cineastas donde se destaca, por ejemplo, Santiago Loza. Cuando terminamos de estudiar, él se vino a Buenos Aires porque allá en Córdoba no se hacía absolutamente nada. Yo preferí quedarme. Me dediqué durante mucho tiempo a un negocio familiar y seguí estudiando escritura. Hace apenas 10 años se nos abrió la posibilidad de producir íntegramente en nuestra provincia. Para los porteños puede ser algo simple, pero para mí ejercer lo que yo amo en la ciudad donde vivo, donde están mi familia y mis afectos, mi historia, es algo magnífico. Trato de dar a conocer a través del cine mi Córdoba natal.
-Incluso, contaste en otras oportunidades cómo los extranjeros se asombran de ver algo diferente a lo porteño en los festivales internacionales.
-Así es. Me pasó en Toulouse con De caravana. Escucharon el tango del logo del INCAA y después, se sorprendieron de la tonada cordobesa y los paisajes. Los descolocó. En algún momento, pensaron que esa película era brasileña. Llegaron a decirnos que todas las películas cordobesas tienen un ritmo o algo que las diferencia de las porteñas.
-¿Cómo está hoy el cine cordobés?
-Por suerte, seguimos produciendo. Creo que es algo que arrancó y ya no va a frenar por nada. Todos los años lanzamos tres o cuatro películas que empiezan a dar vuelta por festivales. Si bien estamos en Argentina, y pasamos las mismas dificultades que todos con el gobierno de Mauricio Macri y todo este neoliberalismo que renació, en Córdoba es un poco diferente gracias a la Ley de Cine que logramos sancionar. Desde el año pasado, se implementan un montón de concursos para productores cordobeses en el Polo Audiovisual de la provincia. Si bien el panorama no es tan alentador por lo que está pasando en el INCAA, en Córdoba hay un poco más de oxígeno gracias a toda nuestra lucha.
-Básicamente, ¿cuáles son las fuentes de financiamiento de esos concursos?
-El gobierno de Córdoba funciona como financista, nos presta plata para filmar y una vez que el INCAA nos termina de dar los subsidios, le pagamos nuevamente a la provincia. En 2009, con esa plata hicimos la preproducción y el rodaje de De caravana. Hoy en día, el monto está tan desactualizado que no alcanza ni para la preproducción.
-¿A qué atribuís el hecho de que Córdoba sea la segunda cinematografía del país?
-Creo que todo nace con la reapertura de la Escuela de Cine, a fines de los ‘80. De repente, empezaron a surgir camadas de cineastas que empezaban a hacer cosas vinculadas a la industria audiovisual. Todo funcionó como una olla a presión. Así salieron las primeras tres películas: Hipólito, de Teodoro Ciampagna, El invierno de los raros, de Rodrigo Guerrero, y De caravana. Los tres directores nos hermanamos bastante, nos ayudamos con todos los trámites. En vez de ser egoístas, decidimos estrenar las tres juntas. Con esto, generamos una movida que la prensa compró: el nacimiento del nuevo cine cordobés. De repente, se generó como un remolino en el que otros directores se engancharon y se animaron a armar sus propios proyectos.
-Vos encontraste otro tipo de financiación a partir de tu trabajo con colegios.
-Sí, mi modelo es hacer películas con colegios privados. Me contratan como profesor durante todo un año. En las clases hacemos el guión, el casting, la preproducción y el rodaje. Filmamos con un equipo mínimo de profesionales técnicos que yo convoco. De esta manera, logré hacer cuatro largometrajes. No pueden ser usadas con fines comerciales, pero sí puedo presentarlas en festivales. Además, las estrenamos una semana en el Cine Club Municipal de Córdoba.
-¿Probaste llevar el proceso a nivel estatal?
-Sí, varias veces. Lo que más me gustaría es llevar este modelo de producción a un colegio marginal o estatal. Varias veces fui al Polo Audiovisual de Córdoba y dieron muchas vueltas. Espero que algún gobierno entienda lo importante que es. Ahora, me han llamado desde el Estado para filmar una película con la Universidad de Córdoba por los 100 años de la Reforma Universitaria. Esperemos sirva de puntapié inicial para avanzar aún más.
-Por último: te embarcaste en la difícil tarea de hacer una película de la Mona Jiménez ¿como nació?
-Pienso que la Mona y su cuarteto es un fenómeno súper importante en Córdoba. Además, pienso que soy el director indicado para hacerlo porque soy cordobés y muy fanático de él. Lo conozco, fui cuartetero durante muchos años. Me interesó mucho su vida, sus orígenes. En la película, aparece una Mona de 18 años, en la época de los ‘70. Me gusta mucho el cine de género. La película de La Mona va a ser un policial negro, no una biografía. Inventamos una trama de ficción en la que se van hilando hechos de su vida real. Hacemos que él participe de un crimen en un hotel y en pleno ascenso de su carrera, él debe resolverlo para limpiar su nombre.
-¿Cómo llegó la Mona a ser socio en la producción?
-Se asoció porque es su vida la que se cuenta. Además, va a participar su hija Lorena, que es muy amiga mía. Ella es la productora musical de la película y la coach del actor principal. Con suerte, cruzando los dedos y prendiendo velas y con la buenaventura de Macri y el FMI, el año que viene logramos rodarla (risas). Estamos presentando los papeles en el INCAA. Tenemos fe en que todo va a salir bien.
-Por último: se repite la fórmula cine cordobés, actores cordobeses.
-Sin dudas. Solo hay dos personajes que son negociables. Hay uno que es porteño así que si quieren, traigan a Ricardo Darín o Adrián Suar, no tengo ningún drama (risas). Después, hay una mujer que salió con la Mona que era holandesa y también podría ser alguien de Buenos Aires quien lo encarne. Pero todos los demás tienen que ser cordobeses sí o sí. Hay cosas que no son negociables. Jamás pondría a un porteño a representar a la Mona, sería una aberración.
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