Muchas veces, la vida se trata de estar ahí, en el momento justo, esperando. El momento, tarde o temprano, llega. Es así como Manuel Vicente, entrañable actor que tuvo la fortuna de destacarse tanto en cine, como en teatro y televisión, logró ya en su madurez actoral su primer protagónico cinematográfico en Hora-día-mes. La película dirigida por Diego Bliffeld narra la historia de Nardo, un encargado de un estacionamiento que de día se ve inmerso en una rutina tediosa, donde acomoda los autos y mantiene la limpieza; pero que de noche deja salir a flote sus obsesiones más grandilocuentes. El actor se refirió a este nuevo gran desafío, su lugar en el cine argentino y la situación de la cultura nacional.
-¿Cómo te llegó la propuesta?
-Habíamos terminado de hacer El ciudadano ilustre con Mariano Cohn y Gastón Duprat. En una comida de festejo, Gastón me contó esta idea y me presentó al director. Ya cuando me la comentó por primera vez, me pareció algo absolutamente atractivo. Una película acerca de un playero y su soledad, y encima narrada con textos de Marcelo Cohen es un gran desafío para un actor, En algún punto, me siento honrado de haber sido elegido para hacer esa partitura, en una película que recae mucho sobre el actor protagonista.
-Además, había mucho desafío desde la composición en lo actoral.
-Sí, el texto de Marcelo es muy exquisito y el desafío era hacer un personaje que me permitía tener una construcción actoral bastante corrida de lo normal. Es una persona que tiene muy poca expresión por la soledad y por lo limitado que está en su profesión. Cuando un guión singulariza tanto en un alma humana siempre es rico. Su aparente parquedad para mi era una exquisitez para poder jugar actoralmente.
-¿Cómo fue trabajar de nuevo con Mariano y Gastón desde un rol distinto? Ello suelen proponer un cine con historias diferentes.
-Muy bien. La concreción de este proyecto tuvo que ver con una afinidad que logramos en el trabajo. Ellos ponen el foco en ideas que disparan mucho. El nacimiento del proyecto ya es explosivo, algo que genera un estilo. El cine es inversión y es dinero. Estamos en Argentina, en una situación determinada y lo económico rige. No reivindico la carencia, pero estar contra las cuerdas hace que surjan nuevas estéticas. Es como abrir una heladera y con lo poco que haya, ver qué plato hacer. En Hora-Día-Mes se pudo explotar y elevar lo que había. Estoy orgulloso del laburo, me siento representado por la película.
-Es una cuestión de resistir con los recursos que haya.
-Los artistas tenemos fama de que nos la arreglamos con todo. Sobre la carencia se construye. Igual, lo que nosotros queremos es tener plata para hacer películas.
-Lograste algo que no todos los actores pueden: desempeñarte con fluidez tanto en cine, como teatro y televisión.
-Sí, me considero muy afortunado al respecto. Primero, porque hay ciertos caprichos de la oferta y la demanda. Hay grandes actores de cine que no los llaman para televisión. Yo tuve ese privilegio. Pero también es cierto que son realmente lenguajes diferentes. Y creo que en cada disciplina logré un lenguaje propio. Disfruto mucho el saber que puedo estar en lugares diferentes.
-Pero también muchas veces el salto entre los tres medios no se da por los prejuicios de la industria.
-Esa es la otra cara de la moneda. Siempre está el actor que quiere hacer más cine. Y muchas veces hay teléfonos descompuestos. Por ejemplo, en el cine independiente no se animan a llamar a actores que creen que les van a decir que no. A mi lo que más me gusta es hacer conexiones y juntar directores jóvenes con actores famosos, que muchas veces están esperando que los llamen. Después, también hay caprichos de la industria.
-¿Y en el cine lograste la continuidad que querías?
-Sí, y no puedo más que estar feliz de eso. He podido desarrollar el oficio. Todo es práctica. Cuando no tenés la posibilidad de trabajar, te vas anquilosando. El poder seguir nadando con todas las dificultades es un privilegio para mí. No tuve la suerte de ser un galán de cine, debí remarla mucho. Fue una natación permanente. Estoy en una madurez como actor que disfruto en todos los sentidos. Nada lo ligué de regalo, empecé de muy abajo. Lo que más me gratifica es seguir teniendo la pasión intacta, las ganas de que me lleguen un guión. Eso que tengo de adolescente es mi premio mayor.
-Hablaste de ser galán de cine y en su momento, Juan Dickinson dijo que eras un actor subutilizado en el cine ¿Lo considerás así?
-Probablemente. Lo que dijo lo tomo como un halago. No sé si está bien medirlo todo por el lado de los protagónicos. Pero te puedo decir que sí, que Juan tiene razón. Me costó mucho asomarme. Esta película y otra más que se estrena este año son mis primeros dos protagónicos. Sé que hay muchos actores que nunca protagonizaron y me podrían tildar de desagradecido. Uno no nació para protagonizar. Si todos fueran protagonistas, no existiría el cine, no hay lugar para todos. Recién llego a protagonizar en mi madurez. Ahora conseguí tener mayores compromisos en cine. Juan interpreta que yo ya estoy para las grandes ligas.
-¿Pero hay algo que te desvelaba en esto de conseguir un protagónico?
-Puede ser. Ser un protagonista y contar uno la película es divino. La historia la escriben los que ganan y los reportajes solo se los hacen a los protagonistas. Pero hay una multitud detrás merecedora de estos reconocimientos. Para ponerse la camiseta hay que merecerla y hay un montón que la merecen y no le llega.
-¿Por qué pensás que la industria demoró tanto en tu reconocimiento?
-Para eso no tengo un diagnóstico. Quizás no han sabido verme o no me he podido mostrar del todo. No creo que haya una razón en particular, son un montón de cuestiones. También es cierto que el director tiene una paleta y muchas veces, elige ciertos colores. Hay que sacarse el narcisimo de encima. Yo avizoro un futuro muy prolífico para mí con más protagónicos (risas).
-¿Con la situación que está atravesando el país lo ves como algo simple o complejo?
-La economía es un síntoma de algo. Si alguien no tiene para comer, estamos al horno. Estamos en absoluta crisis y eso no escapa a ninguna industria, incluso la audiovisual. En cuanto al cine, no entiendo por qué Argentina no tiene el lugar que debería tener internacionalmente. Sí lo tenemos en términos de respeto y premios, pero no de producción y de trabajo. Es increíble que no estemos produciendo para las plataformas monopólicas como Netflix. En ese sentido, creo que no hay una política de industrialización del audiovisual. A la vez, desde el lado del gobierno, no quieren que hablemos. No dejan ni que agradezcamos nuestros premios, como lo que pasó en los Estrella de Mar. Nunca se habla de qué país queremos, si un colectivo donde quepan todos, aunque vayamos parados, o uno donde vayan sentados algunos y los demás afuera. Uno ve que del otro lado no hay ganas de escuchar. Terminamos hablando entre nosotros.
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