A pocas horas de estrenar Delfín, aparece una y otra vez la pregunta por el origen de la idea. Pregunta que nunca consigo responder de manera satisfactoria. ¿Cómo nacen una idea? Si aún existen los misterios, ese es uno, y no menor.
Tratando de recuperar ese momento germinal, me puse a revolver papeles. Apareció este breve fragmento, escrito para acompañar el proyecto bajo el título de Motivación personal. Suerte de declaración de intenciones, en momentos en que la película era apenas un espejismo lejano.
I
Delfín es una película en la cual confluyen varias corrientes.
El desafío es hacer que esa confluencia se realice de un modo armónico. Encontrar una estructura, un tono, un cine, que integre esa diversidad en un mundo con reglas propias. Una película debe ser un organismo vital, complejo, misterioso.
Por un lado es la historia de un niño y la relación con su padre. Siendo padre aprendí que los niños siempre tienen amor para dar. El padre de Delfín está ocupado, el mundo ha caído sobre él con todo su peso. Es evidente que está incumpliendo sus deberes de padre. Sin embargo no hay reproches en Delfín. Y al final, en la actitud de Delfín estará la posibilidad de tomar una decisión que lo cambie todo, para mejor.
Por otro lado, en el Delfín como símbolo, encontré un profundo cúmulo de leyendas arcaicas. Múltiples significados, siempre luminosos. La pureza, la amistad, el conocimiento, la infancia, lo sagrado.
En último lugar, pero con la misma importancia, me interesa hacer un retrato de la escasez material, de la economía de recursos. Una representación de lo más frágil y humilde de la condición humana.
Pero pienso estas cosas una vez que el guión ha sido escrito. En el momento de escribir una historia no creo en objetivos fijados a priori. Escribo porque creo en la intuición más que en la razón. Escribir, hacer una película, solo pueden ser formas de buscar.
II
El modo de buscar lo inesperado es la puesta en escena. La representación de esta película es realista. Pero eso no debe significar nunca una negación de los recursos de la narración cinematográfica.
No creo en la voluntad de filmar una ficción de modo que parezca un registro documental. No creo en la pretensión de atenuar lo arbitrario, lo subjetivo, en cada una de las infinitas decisiones que implica hacer una película.
Creo en la riqueza del encuadre, que condensa miles de años de experiencia y conocimiento.
Creo en la belleza de la luz, en los múltiples efectos de la iluminación: la ceguera, el reflejo, la sombra.
Creo en la banda sonora como una sinfonía, con sus motivos, sus contrapuntos, su orquestación.
Creo en las palabras, en los silencios. En la acción, en el gesto.
Creo en el espacio, en el tiempo, y el misterio que habita entre medio de ambos.
III
De la mano de mi padre visité sets de filmación desde niño.
Comencé a frecuentar los trabajos del cine antes de terminar la escuela secundaria.
Con interrupciones, hace casi treinta años que vivo del cine, en el mundo del cine.
Registrando sonido directo, diseñando bandas sonoras, haciendo música, compaginando, escribiendo, dirigiendo.
Tuve la suerte de trabajar con muchos directores diferentes. De todos aprendí algo.
De uno aprendí que una película es siempre una aventura, siempre un viaje. De otro aprendí que de las limitaciones surgen las maravillas. De las piedras, si se las rasga, puede brotar agua. De otro aprendí que a cada paso hay un elemento que puede ser descubierto; que hay que mantenerse alerta, como un cazador en el bosque de la creación. De todos, que el rodaje es el intento de resolver un misterio y el montaje es la búsqueda de la verdad.
A otros maestros no tuve la suerte de conocerlos, pero sus películas me enseñan cada vez que las veo.
Y tengo también otros grandes maestros, que nada tienen que ver con el cine.
El cine se nutre del mundo para intentar dar cuenta del mundo.
Gaspar Scheuer
(Director de Delfín)
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