El cortometraje suele ser uno de los sectores más abandonados en la industria audiovisual, sin embargo también oficia como un lugar de lucha y resistencia. Así al menos sucede en varios festivales del país, y el UNCIPAR es uno de los espacios por excelencia. Con 41° ediciones en su haber, año tras año cientos de cortometrajistas van a vivir sus primeras experiencias en el mundo audiovisual. Detrás de semejante estructura, hay un nombre importantisimo: Liliana Amate. Tras un paréntesis de dos años, ella volvió a la presidencia de la Unión de Cineístas de Paso Reducido. Esto coincidió con su salida del INCAA, donde fue Coordinadora de Cortometrajes durante más de diez años. Tras la finalización del festival, la ex integrante del Instituto se refirió a la situación de la industria actual y a su salida del INCAA.
-¿Cómo viviste esta vuelta a la presidencia del UNCIPAR?
-Honestamente, pensé que ya no iba a volver más, pero me nació decir “Agarremos de nuevo”. Igual, lo vivo con mucha alegría porque estoy en otro momento personal. Es una tarea que insume mucho tiempo y dedicación. Antes, tenía en paralelo mi gestión en el INCAA y se me superponían ambas cosas.
-Fue una doble decisión la que maduraste: despedirte del INCAA y volver al UNCIPAR. Casi una especie de una de cal y otra de arena.
-Si, igual yo soy medio kamikaze para las decisiones. La decisión de retirarme del INCAA no la maduré demasiado. Se presentó la oportunidad y dije ‘me voy’. La gestión ofreció un retiro voluntario y enseguida acepté. Me pareció que era algo que me iba a dar más libertad no solo para el UNCIPAR, sino también para la gestión del cortometraje. Tras mi salida del INCAA, un montón de festivales internacionales me ofrecieron ser consultora. Antes no era posible porque no era compatible con mis funciones.
-Sos una gran referente del cortometraje, ¿cómo evalúas la gestión del INCAA respecto a este tipo de producciones?
-Ese es un tema álgido. El cortometraje es el familiar pobre de la industria audiovisual. Ni siquiera es considerado industria. En este momento, hay un llamado de Historias Breves y uno de Animate. Pero me extraña lo obsoletas que son las bases de los concursos. La tecnología y la técnica avanzan y nosotros no podemos estar cinco pasos atrás. Me encantaría que hubiera una política más fuerte con el cortometraje. Es lo que traté de hacer durante mi gestión en el INCAA. Nosotros logramos abrir el cortometraje hacia los mercados internacionales, por ejemplo.
-También hay una cuestión de que con el avance de las tecnologías y los cambios en los tiempos de consumo, el cortometraje se vuelve un producto mucho más atractivo.
-Totalmente. Yo soy consultora de un festival de China. Cuando fui, me llamaba mucho la atención que en el subte todos estuvieran con los celulares. El traductor me contó que miraban series animadas que duraban exactamente el tiempo que había de viaje entre estación y estación. Ahí hay un producto y está la posibilidad de hacerlo y salir con él al mundo. Es cuestión de empezar a diagramar políticas que apuesten al cortometraje como industria y puedan posicionarnos como productores.
-Pero justo es un tiempo donde las políticas cinematográficas están en el ojo de la tormenta.
-Claro, no hay una gestión. Pero igualmente, cuando hablo de esto, también estoy abriendo el espectro a la industria privada que tampoco ve la veta que hay.
-¿Ves voluntad de establecer políticas públicas que sean positivas para la industria?
-El tema de las voluntades políticas en cuanto a la gestión cultural van de la mano de quienes dirigen los organismos. Creo que este tipo de lugares tienen que estar a cargo de un gestor cultural, alguien que tenga una actitud de ver qué es lo que se puede hacer para fomentar políticas que sean factibles y ayuden al crecimiento. Pero lamentablemente sucede que bajan línea desde el gobierno de turno. Con Liliana Mazure se organizaron los concursos federales y se armaron los contenidos de la TDA. Eso fue una decisión política de la persona que estaba a cargo.
-Falta política pública.
-Pero no solo en el cine. Lo audiovisual no es una burbuja. Si no hay políticas públicas en salud o educación, menos va a haber una en el audiovisual. Ojo, igual hay cierta política pública pero no satisface la demanda ni la creatividad. En Encuentro o Paka Paka donde se generaban todo el tiempo contenidos nuevos y ahora, se pasa lo mismo que hace seis años atrás.
Aunque la inacción es también una política pública.
-Obviamente, no es la política que nos gustaría tener. Pero creo que hay que hacer un trabajo de resistencia cultural, y los festivales formamos parte de eso. Hay que destacar la labor de cada festival o muestra que hay a lo largo y ancho del país. Favorecen a nuestra identidad cultural.
-Si bien te declaraste una kamikaze en las decisiones, ¿tu salida del INCAA tuvo que ver también con esta situación?
-En parte, sí. Detrás, estaban las motivaciones de que hacía seis meses habían volado de un plumazo el departamento de cortometrajes. Si bien la venía luchando hacía bastante tiempo, prioricé que a partir de eso mi gente estuviera bien, que lograran reubicarla dentro del instituto, y no seguir dando una batalla que ya estaba perdida. De todos modos, mi salida tenía una fecha. Ya tengo 67 años y me quedaba solo porque estaba buenísima nuestra gestión.
-Te retrotraigo a 2015, cuando asumió la nueva gestión ¿Pensabas que iba a suceder todo esto?
-En un primer momento, no. Alejandro Cacetta quería apostar por el cortometraje y el audiovisual. Por eso también creo que no cumplía con las políticas audiovisuales que el gobierno quería. Pero considero que algo se esperaba porque siempre hubo mucha resistencia. Ahora, con Ralph Haiek, la mayoría de los concursos están dirigidos a la televisión. Pero volviendo a la pregunta, en el 2014, lo que más sabíamos que teníamos que defender era el puesto de trabajo de los compañeros contratados y de la planta transitoria. Teníamos miedo del recorte de trabajadores y no del recorte presupuestario para las producciones.
-Por eso, la disminución del presupuesto fue algo no esperado.
-No para nada. Sabemos que el INCAA tiene el dinero para las producciones, el problema es lo que no quieren hacer con esa plata. Lo dejó muy claro Rodolfo Hermida en la entrega de los Premios Cóndor de Plata. Lo importante es que la industria se está movilizando y arman asambleas para hacerse escuchar.
-¿Ves posible una solución a corto plazo? Con las PASO ya se percibió un cambio.
-No, en este momento no. El que ya filmó y está en plena posproducción se está volviendo mahometano, musulmán, católico y a todos los santos les prende algo. Es un momento muy difícil. El audiovisual está metido en los mismos problemas que tiene el país. Es una crisis muy profunda y estamos tan endeudados que a quien venga no le va a tocar bailar con la más linda. Obviamente va a haber un giro tremendo pero para que todo vuelva a funcionar al cien por ciento, vamos a tener que esperar.
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