Hay quienes dicen que soñar es gratis. Otros también insisten en que en el acto de soñar, uno decreta que lo que desea con fuerza se va a cumplir tarde o temprano. De cierta manera, para ellos la visualización es importante. Y Romina Escobar es uno de los casos que confirma esa regla. Pero claro, nada le fue fácil. Tras muchos años de pelearla y lucharla, con la ferviente convicción de que lo que quería algún día iba a llegar, hoy se destaca en cine y televisión. En este momento de plena exposición, pasó por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata para participar del 2° Foro de Cine y Perspectiva de género y exponer su experiencia en un medio que de a poco le está abriendo las puertas. Es por eso que aprovechó la tranquilidad del paisaje y del mar para reflexionar un poco sobre el duro camino que tuvo que transitar para llegar al lugar donde hoy está y qué desea para su futuro.
-¿Cómo te llegó la invitación para formar parte de esta edición del Festival?
-Fue por medio de Santiago Loza, el director de Breve historia del planeta verde. Me avisó que me iban a llamar de la organización del festival para formar parte de esta segunda edición del Foro de cine y perspectiva de género. Estoy muy contenta y agradecida de estar acá. Fue algo que siempre soñé. Toda mi vida. Y es algo sorprendente.
-Hay algo muy lindo en tu historia que tiene que ver con cómo el arte te salvó la vida.
-Sí, dicho así suena muy romántico. pero lo digo siempre porque mi vida, como la de la mayoría de las personas trans, no fue fácil. Pensá que yo soy una persona grande. En los ‘90, no se vivía la misma realidad que ahora. Hoy tenemos la Ley de Identidad de género o la de Matrimonio igualitario, por ejemplo. En ese momento, no había nada, uno no sabía a dónde referirse. No teníamos organizaciones ni derechos humanos para nosotras. Era algo impensado vivir la época que estamos transitando ahora. Pero en ese entonces, el teatro y la televisión me salvaron.
-Además, la televisión te acompaña desde muy chica incluso en todo el proceso de transición.
-Sí. Yo me crié prácticamente sola. Mi papá se divorció de mi madre y yo pasaba mucho tiempo frente al televisor. Como no tenía hermanos, mi juego era grabar con cassettes los audios de novelas como Clave de Sol o Esa extraña dama y de películas. Después, los escribía a mano y los actuaba. Esos eran mis guiones y mis libretos.
-Y elegiste tu nombre un poco en honor a Romina Yan.
-Sí. En los ‘90, consumía mucha televisión y era el boom de Jugate Conmigo. Eso fue de mi adolescencia. Yo quería ser una de las chicas de ahí. Me identificaba mucho con Carla Mendez porque soy morocha como ella. Pero un amigo insistía en que yo tenía que ser Romina. Por eso, me quise poner Romina porque amaba a Romina Yan.
-Y ahora que transitás sus mismos lugares y estudios sentís como cierta conexión.
-Sí, de cierta manera pienso que grabó en los mismos espacios, que pasó por esos mismos sitios que ahora piso yo. Pero me pasa en todos lados. Cuando viajé a México con la película de Santiago Loza me acordé de todas las novelas que miraba de Thalía y Verónica Castro. Además, fui a visitar la Virgen de Guadalupe. No soy muy católica, pero cuando entré a la Iglesia, me agarró un escalofrío fuerte.
-Otro aspecto muy duro de tu infancia fue la relación con tu papá. Te fuiste muy chica de tu casa para afrontar tu vida ¿Él llegó a verte en este momento de éxito y reconocimiento?
-No… (se quiebra). Mi papá falleció justo a fines del año pasado. No teníamos casi vínculo porque yo me fui de casa cuando era muy chica. Lo vi en terapia intensiva y le dije que lo quería mucho. Él me dijo lo mismo. No hacía falta más que eso. Después, a los dos días falleció. Siento que se fue en paz porque nos hablamos y nos dijimos todo lo que teníamos para decirnos. Desde algún lugar, creo que todo lo bueno que me pasó después tiene que ver con él. A partir de la muerte de mi papá, me reencontré con toda mi familia en su velatorio. Pensé que ellos me odiaban pero, por ejemplo, mis tíos se están deconstruyendo. La sociedad avanza y va cambiando el paradigma. Mis sobrinos me aman y me escriben todo el tiempo.
-Entonces, la partida de tu papá te regaló de cierta manera una familia.
-Sí, conocí un montón de familiares nuevos en todo el país. Empecé a viajar por todos lados. Fui a Misiones con unos primos que no conocía y me llevaron a las Cataratas. En ese momento, me llamó Santiago Loza para preguntarme si tenía el pasaporte al día para irnos a un festival en Berlín. Además, entré al UNA a estudiar y quedé en Pequeña Victoria y en HBO. Estoy segura que mi papá tiene algo que ver con todo esto.
-Igual supongo que con el tiempo, entendiste que muchas cosas que te decía tu papá tenían que ver con el cuidado y con el miedo de que te pasara algo.
-Sí, él me quería proteger de algún modo, quería que yo no sufriera. No lo hacía con bronca como sí pasa en varias familias. Detrás había un cariño muy fuerte. Llegó a decirme que fuera como un amigo de él del que todos sabíamos lo que hacía pero nadie decía nada porque no se mostraba en público.
La actriz participó del segundo Foro de Cine y Perspectiva de género en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
-En parte, ese sufrimiento quedó atrás y ahora estás en un lugar que deseaste mucho. Aunque siempre recalcás que un verdadero avance sería que la industria ponga a un trans haciendo de mujer y no de trans.
-Primero, todo es un sueño ahora para mí. Pero siempre en mis sueños yo era mujer, no una trans. Y por eso siempre insisto en esto de los roles del medio. Lo repito para que alguien me escuche. Por suerte, ya me llegó una propuesta de cine con un personaje diferente, pero no puedo adelantar mucho porque todavía no firmé. Sucede un poco que la industria nos encasilla en el personaje de trans. Pero también, en otros momentos nosotras peléabamos por esto y cuestionábamos que pusieran a un actor o actriz a hacer de nosotras y no nos dieran una oportunidad. Por ejemplo, Erika Halvorsen, guionista de Pequeña Victoria pidió que en el proyecto las personas que interpretaran a las chicas de Casa Diana fueran sí o sí actrices trans y no actores.
-Bueno, una polémica similar se suscitó con el personaje de Maite Lanata en 100 días para enamorarse.
-Es verdad. En su momento, lo debatí con un chico trans. Yo no sé si un actor trans se hubiera expuesto a interpretar la transición y a hacer de una chica al principio. Cuando le pregunté si se hubiera animado a darle vida a una chica que estaba transicionando a hombre se quedó dudando. Maite hizo un trabajo genial porque investigó y la producción se preocupó mucho porque así fuera. Además, impulsó a que muchos chicos trans se acercaran a averiguar a las diferentes asociaciones para buscar ayuda.
-¿Por dónde pasan los desafíos del colectivo trans en la industria audiovisual?
.-Para mí, lo importante es lograr continuidad y poder mantenerse en el medio. Queremos seguir trabajando, que haya más ficción en todos lados: cine, televisión y teatro. Además, que también se naturalicen las relaciones. Por ejemplo, vos y yo ahora estamos hablando acá las dos tranquilas como si fuéramos amigas. Y esto tranquilamente puede ser una escena. Yo no estoy en taco aguja y minifalda.
-En el foro, contabas cómo en tu primer cortometraje te tocó interpretar una prostituta y que de cierta manera, eso te valió el cuestionamiento de ciertas compañeras.
-Sí, lo recordé porque me crucé con el director acá en Mar del Plata. Mis compañeras me cuestionaban porque estábamos peleando por los derechos de las personas trans y al mismo tiempo, yo aceptaba interpretar a una prostituta y todo lo malo. Sin embargo, era lo que había. Era mi oportunidad de trabajar y yo quería, soñaba con actuar.
-Tu carrera es extraordinaria por muchos motivos. Sobre todo, porque lograste acceder al cine, un ámbito muy vedado para las personas trans.
-Sí, creo que sí. Por suerte, me tocó trabajar con dos directores como Santiago Loza y Javier Van de Couter que fueron maravillosos conmigo. Me trataban desde el absoluto cariño. En otros lugares, he estado con directores que no fueron tan buenos conmigo. Me menospreciaban. Por ejemplo, un día llegué a grabar al set y uno me increpó y me dijo ‘ah, pero vos tenés letra al final’. Quizás en su momento lo magnifiqué, pero tenía mucho entusiasmo y que justo me dijeran eso, me apichonó un poco.
-¿Qué se viene a partir de ahora?
-Tratar de seguir en lo artístico. A escuchar proyectos y propuestas. Y a esperar que se me dé esa ansiada propuesta de cine.
-Ahora que todo el sufrimiento y las dificultades quedaron atrás, ¿hay algo de lo que te arrepientas en tu vida?
-No, nada. Creo que todo lo que pasé me ayudó ser quien soy hoy. Lo sufrido y lo lindo también. Si no hubiera pasado eso, no sería esta Romina.
Dejar comentario