El cine funciona como un buen vehículo para canalizar la historia. Ayuda muchas veces a que la memoria se mantenga viva y que las nuevas generaciones conozcan de la manera más realista posible los hechos que nos marcaron como país y como sociedad. En ese marco, Nicolás Savignone ideó Ni héroe ni traidor, película que muestra la intimidad de una familia que se entera que su único hijo fue convocado a luchar en la Guerra de Malvinas en 1982. A partir de ahí, todo pasa a ser desesperación e incertidumbre. Y ahí pasa a jugar un rol clave una figura que en las historias de ficción suele ser más pasiva: la madre.
Inés Estévez le pone el cuerpo a esta madre argentina, acompañada por Rafael Spregelburd y Juan Grandinetti. La actriz que el año pasado protagonizó el éxito televisivo Pequeña Victoria, continúa por ahora por el camino de la actuación. El uso del ‘por ahora’ no es algo caprichoso o casual: es que desde que volvió a las tablas -tras nueve años de ausencia por decisión propia- su relación con la actuación es algo que se reconfirma paso a paso, día a día.
-¿Cómo te llegó la propuesta para participar de la película?
-Me contactó el director directamente. Nos conocimos y me contó la historia. Después, leí el guion y la verdad que me resultaba muy interesante hacer una película que abarque la época de Malvinas y esa historia tan nefasta que vivimos todos pero desde un lugar para nada grandilocuente. Uno espía la intimidad de una familia cuando se entera de que su hijo es convocado para la necedad de una guerra. Se mete en ese mundo de conflicto interno desde un punto de vista absolutamente humano e intimista.
-¿Qué te llevó a decir que sí? ¿Cuál era el desafío que tenía detrás?
-Por un lado, me gustaba volver a hacer cine. En el último tiempo, me tocó hacer de madre en tres películas distintas: Te esperaré, Acusada y esta. Con las dos primeras, me pasaba que el personaje de la madre argentina era un personaje testigo. La historia podía acontecer igual aunque ella no estuviera. Eso me parecía muy nocivo. Pero acá pasó algo diferente: noté que la madre tenía cierta incidencia. Lo hablé mucho con Nicolás y lo incentivé a que si había una incidencia de mi personaje ésta fuera bien categórica. No quería que fuera una mujer callada que mira, escucha, sufre pero no interviene. Entonces, esa predisposición que ya tenía el guión se vio potenciada.
-Justamente, el rol de las mujeres en la ficción está cambiando. Pienso en el caso de Pequeña Victoria.
-Sí, pero no olvidemos que en Pequeña Victoria la dirección artística era de Daniel Burman, un director súper abierto, y el guión era de Erika Halvorsen. En este país tenemos la desgracia de que las historias de mujeres están dirigidas por mujeres, pero no hay películas o series de mujeres dirigidas por varones. Me parece que debería haber más flexibilidad al respecto. Sobre todo cuando hay un croquis familiar. La madre argentina en el marco familiar está concebida como una persona silenciosa y sin demasiada voz ni voto. Eso a esta altura del partido es rarísimo y por eso celebro que en esta película no haya sucedido.
-¿Cuánto hay de cierto en que ser actriz ya no es tu “carrera madre”? ¿Lo seguís sosteniendo?
-Cien por ciento. Ya no lo es. La actuación es como un ex marido con el que me llevo bárbaro y con el que cada tanto nos vamos de viaje juntos. Pero con el tiempo me surgieron otros novios: la música, la literatura y el método que diseñé para mis clases de actuación. Tengo muchos proyectos amantes. Con la actuación tuvimos muchos hijos y los mantenemos juntos. Nos seguimos llevando bien. Es la metáfora más clara para explicar lo que me sucede hoy en día.
-¿Pero cómo funciona ese coqueteo? La actuación conlleva mucho de pasión.
-Es que no mantenemos un coqueteo. Es una zona muy conocida y cómoda para mí. La parte que me gustaba de esa relación sigue en pie. Solo que no estoy más casada: no dependo de la actuación ni la actuación depende de mí. Ya no siento desafíos, sino solamente placer. No hay un esfuerzo a la hora de actuar o de componer un personaje. Para mí es algo ya muy transitado y placentero, no hay nada ahí que me moleste.
-Me llamó la atención que alguna vez contaste que cuando no actuabas, más te reconocían en la calle.
-Es verdad. Cuando dejé de actuar me paraban más en la calle. Sin embargo, dejar la profesión no fue una decisión que tomé del día a la noche, sino algo que maduré durante cinco años. Un terapeuta me ayudó y puse en la balanza los pros y los contra. No tenía ningún temor de no ser reconocida. De hecho, quería alejarme de todo lo relacionado con la fama.
A la actriz le atrajo la idea de representar una madre argentina que tuviera una gran incidencia para la historia de la película.
-En el momento que decidiste abandonar la actuación, dijiste que nunca más volverías. Sin embargo, lo hiciste. ¿Dirías de nuevo ‘nunca más actúo’?
-No lo sé. Creo que uno tiene el derecho y sobre todo el deber de estar atento a lo que le hace feliz y a lo que lo deja de hacer feliz. Y sí, en su momento pensé que nunca más iba a actuar. De hecho, estuve nueve años sin hacerlo y no intenté volver en ese tiempo. Me propusieron muchísimos proyectos geniales y yo me lamentaba y les decía ‘me hubiera encantado que me lo propusieras hace cinco años’. Pero apareció Burman con El misterio de la felicidad en un momento muy particular de mi vida. Hacía dos años que había adoptado a mis hijas y estaba envuelta en un derrotero, en un ostracismo social total y una postergación de lo creativo. Funcionó un poco como una prueba para ver si podía vivir además de criar. Cuando logré ver que me podía organizar, que nadie se moría y que las cosas funcionaban, cambió todo. Pero tampoco es que automáticamente me decidí a seguir actuando. De hecho, me llamó Damián Szifrón para Relatos Salvajes y le dije que no porque no sabía si quería retomar este camino.
-Siendo parte de Actrices Argentinas, ¿cómo estás viviendo el anuncio del presidente respecto al nuevo debate de la despenalización del aborto en el Congreso?
-Fui una de las primeras convocadas por Dolores Fonzi en su momento, cuando ella armó el famoso chat de WhatsApp. Sabíamos que esto iba a ser así porque es algo ineludible. Más tarde o más temprano, la despenalización del aborto se va a aprobar. Es como el matrimonio igualitario. Me parece que hay que hacer una gran diferencia en la dialéctica. Nosotras no estamos a favor del aborto, estamos en contra del aborto clandestino y a favor de la Educación Sexual Integral y de los métodos anticonceptivos para evitar los abortos. Esto es algo muy importante. Quizás, los sectores más jóvenes, aguerridos y rebeldes elaboran fórmulas en defensa de esa ley que no nos resultan favorables.
-¿Por ejemplo?
-El término ‘abortera’. Estoy totalmente en contra de ese concepto. A mí no me interesa, no me identifica en lo absoluto. Lo entiendo, entiendo la rabia y la impotencia de la memoria ancestral y atávica de millones de mujeres muertas desangradas por abortos clandestinos, víctimas de violencia de género y de violaciones. Pero yo no enarbolo esas consignas, no estoy de acuerdo. Me parece que hay que ser más cautos.
-Tu compromiso con la causa es indudable. Incluso, llegaste a hacer pública una cuestión tan dolorosa como es atravesar dos abortos clandestinos.
-No lo dudé ni un segundo. Pero esperé al momento más desesperado para hacerlo. Fue cuando entró al Senado y ya veíamos que no se iba a aprobar. Vi gestos políticos de gente que me apreciaba que iban en contra de los derechos de las mujeres y que parecían celebrar la negativa de la ley. Como persona pública, me pareció importante mostrar que el aborto no era algo que le sucedía solo a la gente marginal y que en general, una toma estas decisiones por causas muy extremas. Si una tuviera la contención y los recursos familiares, afectivos y económicos, jamás lo haría. Quería que estas personas que me valoraban artísticamente y celebraban la continuidad del aborto clandestino supieran mi experiencia y vieran si yo debería haber ido presa o morir desangrada. Eso podría haber sucedido tranquilamente.
-¿Qué opinás de las críticas que le hizo Luis Brandoni a Actrices Argentinas?
-No sé qué fue lo que dijo Luis. Pero es lógico que critiquen. Actrices Argentinas es una voz muy poderosa. Cada vez que uno se manifiesta va a tener adeptos y detractores. Es algo natural. Me parece que en este caso, está bien responder lo que responden las chicas: no somos un movimiento político, somos personas que se asociaron para defender una causa y hacemos todo lo posible al respecto. Pero no legislamos, no somos una entidad legal con poder para convocar cualquier caso. Cada vez que alguien se acerca, es bien recibida. Los casos se evalúan en función de nuestra capacidad de poder defenderlos también.
-Por último: ¿qué se viene este año?
-Primero, el estreno de esta película. Además, estoy modificando el formato de mi banda. En el verano, lo volví un quinteto e incorporé a una mujer saxofonista. Este 14 de marzo estaremos en el Torcuato Tasso haciendo Bossa & Boleros, volcándome un poco al castellano. Estoy buscando un poco la vuelta musical a ver qué me convoca y atrae. Además, voy a protagonizar un proyecto de María Victoria Menis. Continúo con mis clases de teatro. Y también tengo muchos proyectos personales, como la literatura. Pero nunca tengo tiempo. Espero este año poder concretarlos.
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