No siempre la fama estuvo al alcance de quien la buscó. El avance de la tecnología y la posterior explosión de las redes sociales cambió el paradigma, y gracias a ello muchos accedieron a ese lugar que parecía imposible. Grego Rossello se volvió un fenómeno masivo hace apenas un año y medio gracias a las redes. Así, llegó primero a la televisión de cable, después a la de aire, y ahora su regreso al cine…
Sí, “regreso”, porque hace una década, cuando Grego era Gregorio tuvo una participación en el filme Palabra por palabra (2008). Luego de un frustrado camino de castings, el actor comenzó a dudar sobre su futuro artístico. Claro, todavía no existía Instagram.
Con un presente, por aquel entonces impensado, hoy se prepara para comenzar el rodaje de Bruja, thriller que toma como conflicto un caso de trata de personas, dirigido por Marcelo Páez Cubells. Allí, comparte elenco con Erica Rivas, Pablo Rago, Juan Grandinetti y Leticia Brédice.
-¿Ves esta vuelta al cine como una revancha?
-Muy poca gente sabe de mi primera película. Es casi un secreto reservado a mi familia y a las personas más cercanas. Yo debuté en cine a los 13 años. El primer casting de mi vida fue para Palabra por palabra. Esa experiencia fue increíble, la pasé muy bien. Me había tocado hacer un personaje en inglés. Era todo un desafío: actuar por primera vez, en cine y encima en inglés. Después vino una etapa de caída libre, y siento que eso se corona con esta vuelta. Es muy simbólico y muy lindo.
-¿Cómo te llegó la propuesta?
-Llega por parte de Pablo Ini. Marcelo Páez Cubells le comentó que necesitaba un chico para la película y entonces, él me recomendó. Le dijo que había estudiado teatro durante muchos años y que, además, estaba muy fuerte en redes sociales. Marcelo me escribió un par de veces y yo no le respondí porque soy muy incrédulo, me parecía demasiado bueno para ser verdad. Al tiempo me llamó Pablo y me retó por no atender el teléfono.
-Tu personaje está del lado de los malos, liderado por Leticia Bredice ¿qué detalles podés adelantar?
-No sé cuánto contar sin spoilear y sin que me reten después (risas). Es un chico con una historia compleja que se ubica dentro del bando de los malos porque, de alguna manera, terminó ahí. Pero tiene esa complejidad que tanto me gusta a mí, relacionado con que nadie es malo por naturaleza. Es algo que yo pienso en la vida. Él toma decisiones que yo no tomaría, pero en las que la gente y yo nos podemos sentir identificados.
-Uno de esos papeles donde lo introspectivo supera lo exterior y hay mucho trabajo interno.
-Exactamente. En la película, solo se ve la punta del iceberg. Conlleva un gran trabajo que estoy haciendo en el poco tiempo que tengo. Estoy en televisión, y girando con un show de stand up y un unipersonal que escribí y actúo. En el medio, apareció la película. Pero mi prioridad hoy en día es Bruja, por lo que conlleva estar en cine. Es un lujo que no me esperaba y que estoy muy felíz de que se esté dando.
-Otro desafío en este filme es que apostás por el drama.
-Cuando anuncié por las redes que iba a estar en cine lo primero que se le ocurrió a la gente fue que iba a ser algo cómico. Y nada que ver, es un dramón no sólo la historia sino también mi personaje. Este desafío me encanta y me abre la posibilidad de derribar varios prejuicios que hay respecto a mí como artísta. Igual, creo que las dos cosas no están tan alejadas. El cómico que hace stand up contando sus peores miserias, está próximo al drama. Ese es el tipo de humorista que yo estoy buscando en mí hoy, no el del chiste fácil. Abrirme, aun cuando termine riéndome o llorando.
En su momento estuve muy cerca del mundo de Cris Morena y de Disney. Hoy en día sería un chico peinado con jopo, guionado y con abdominales.
-¿Te sentís encasillado en el cómico?
-Hace años que agradezco que me dejen hacer algo, sea humor o drama. Entonces, en el momento en que me están permitiendo eso, ponerme ansioso o quisquilloso respecto al género, sería pecar de soberbio. Todo se dio muy rápido, tengo un año y medio como mucho en los medios y ya estoy viendo la posibilidad de hacer un drama. Sí, te pueden encasillar pero si uno insiste mucho y labura lo suficiente, creo que se puede salir de ese lugar. Hacer esta película es una gran posibilidad y si yo no lo hago bien, me van a poner un boleo en el culo y mandar de vuelta a hacer humor. Siento que va a haber un ojo puesto en mí, una expectativa o presión de ver qué hago con esto.
-Recién hablaste de prejuicios, ¿Persisten aún después de haber alcanzado la popularidad?
-Sí, creo que hay distintos niveles de prejuicios. Cuando no te conoce nadie, hay un prejuicio de que no lo podés hacer. Después, cuando te volvés conocido, el prejuicio pasa por el “se hizo conocido por las redes sociales”. Entonces, están los que dicen que no podés salir de ahí. Cuando la gente se enteró que iba a estar en Polémica del bar me criticaron mucho. Pero ahora las cosas están yendo bien. A la gente le gusta criticar. La única manera de derribarlos es demostrando lo contrario y no creyéndotela.
-¿Esos prejuicios vienen más del lado de la industria, de los colegas o del público?
-Es un combo de todo. Concentrándome en la industria, como hablamos al principio, me pasó de estar años sin que me den bola en los castings y yo estaba convencido de que podía hacer algo. O una vez que me instalé en las redes sociales, estar seguro de que el público que consume Internet es la misma gente que usa el resto de los medios tradicionales. Me parece que eso es lo que a muchos les cuesta entender. No hay distintos tipos de gente para las distintas cosas. El tipo que entró al cine tiene bajada Instagram en su celular y puede mirar videos. Si estas a la altura de ese público en una plataforma, también podés estarlo en otras.
-Quizás los que te dijeron que no en otra época, son los que ahora lo entienden y te llaman.
-No lo sé, no me gusta escupir al cielo. Entiendo que si el tipo de un casting necesitaba un chico colorado de pecas y me ve a mí no me va a elegir. No me la voy a agarrar con él. Pero, de alguna forma, creo que ya murió el casting o la figura del jefe de casting, o esa cosa de que el productor elija a quién darle la oportunidad. Los mató Internet. Hoy en día no hace falta un productor eligiendo lo que un millón de personas quieren ver. Ese millón que me sigue en redes tiene decisión propia, Internet permite una democratización de los talentos.
Palabra por palabra (2008), cuando “Grego” era “Gregorio“.
-¿Alguna vez pensaste en resignar el sueño de ser actor?
-En parte, sí. En un momento, ya pensás “Che loco, tengo 22 años, sigo viviendo con mis viejos, no gano un mango, no voy para ningún lado”, te frustrás y llorás. Pero, a la vez, nunca tuve un plan B. Entonces, ahí había un problema. Si bien hice la carrera de Historia, yo no soy un apasionado de eso. El no tener otra opción, hizo que yo siguiera remándola porque no me quedaba otra. Sentía que iba a ser infeliz haciendo cualquier otra cosa. Creo que esa terquedad, mezclado con la pasión y algo de talento, hizo que se me de todo.
-Vos usaste las redes como puerta de entrada a los medios tradicionales, ¿siempre las concebiste así? Se te nota un tipo muy pensante y planificador.
-En un principio, no. Lo hacía porque quería que la gente me fuera a ver al teatro. Pero cuando empezó a masificarse, me orienté hacia lo que decís vos. Lo primero que pensé fue “che, entre toda esta gente tiene que haber un productor de televisión” y puse mis energías en eso. Pensar cualquier cosa como eterna me parece de una soberbia galopante. Hace años, hay gente que dice que, por ejemplo, la televisión va a morir pero esos medios tradicionales siguen estando muy presentes. Soy partidario de que lo que mueren son las plataformas y no los géneros. Creo que tratar de tener un ojo un paso más adelante hace que sobrevivas en un medio en el que no es fácil sobrevivir. Me debo eternamente a mi público y el día de mañana, quiero estar donde mis seguidores estén.
-Y sino, cambiamos actor por profesor de historia.
-No, por favor (risas). Estudiar historia salió de mi afán de ser un tipo medianamente culto. No sabía qué estudiar, mis padres querían un título y con eso nos conformábamos todos. Mientras tanto, yo seguía viendo cómo hacía para laburar de lo que a mí me gustaba.
-¿Alguna vez pensaste que hubiera pasado si en los primeros castings te hubieran dicho que sí? Sería otro Gregorio Rossello.
-Cien por ciento, hubiera sido otro Grego pero para mal. En su momento estuve muy cerca del mundo de Cris Morena y de Disney. Hoy en día, en vez de ser este humorista desfachatado que no tiene miedo de decir nada, sería un chico peinado con jopo, guionado y con abdominales. Si bien no está mal y hay una parte mía que siempre quiso serlo, me gusta mucho más lo que hago ahora. Hace poco hice castings para ese tipo de tiras y me encantaría participar, pero desde el lugar en el que estoy ahora, no siendo un producto de nadie. Hoy soy mi propia marca, fiel al público. Hago reír a mucha gente y creo que eso tiene algo un poco más noble que ser un mero producto de una productora. El camino te da un hambre y una humildad que un pibe que la pegó de una no lo tiene. Cuando me acuerdo lo que la parí, todo tiene otro valor.
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