En las venas de Gladys Lizarazu (zanjemos dudas de una para no distraernos: nada que ver con Hilda) corren con la misma fuerza el cine y el teatro. En su casa, al lado del diploma de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematografica (ENERC) tiene el de la Escuela de Arte Dramático de la Ciudad de Buenos Aires. Dirigió cortos y obras de teatro casi en simultáneo. Un encuentro de dramaturgia en 2006 le dio la idea para su proyecto más ambicioso pensado para el año que viene, diez años después. Y Amor; ETC, el filme que acaba de estrenar, es por varios motivos una comunión entre perfecta y sagrada de ambos mundos.
-Miraba tu película, los encuadres, la puesta en escena, y pensaba: “Además de una muy buena película podría haber sido una muy buena obra de teatro”. ¿Idea mía o recurso buscado?
-Tengo un par de respuestas a eso, y ambas me interesan.
-¿La primera?
-Me gustaba mucho el guión, y mientras estaba viendo de qué manera llegar a hacer la película sin auspicios ni “padrinos” barajé la posibilidad de hacer una versión de teatro. Tenía mucho potencial también en ese aspecto, pero en la adaptación sentía que podían quedar muchas cosas afuera que me interesaba que estuvieran, como todo el mundo periférico a los protagonistas, que es muy rico y aparece tanto dentro como fuera de la casa.
-¿Y la segunda?
-Cuando tuve en la mano el primer guión técnico, la película era más “cinematográfica“, tenía más cortes, más ángulos de cámara. Pero cuando empezamos a filmar me dí cuenta de que lo que estaba pasando con los actores era mucho más interesante para contarlo casi con una cámara fija, y un plano secuencia siguiéndolos. Ponerme más al servicio de ellos que estresarnos todos siguiendo el planteo técnico.
-Tal vez habría perdido también la intensidad de María (Canale) y Alberto (Rojas Apel), que es un punto clave en el desarrollo de la trama.
-Totalmente. Ese esquema no solo lo potenció sino que hizo que la película fuera posible. Cuando trabajás con una estructura tan chica de producción tenés que lidiar con horarios, con lo que se puede y no hacer. Todos los que participaron de Amor; ETC le dedicaron un tiempo de su vida a este proyecto, y el clima casi ritual que se generó tuvo mucho que ver con eso. En ese sentido se puede decir que también hubo una dinámica más teatral, involucrando a los que estaban detrás de cámaras como hace el actor con la platea en una sala. Trabajé con gente, además de muy calificada, muy generosa.
-Ese esquema de película entre gente más cercana que no “fichaban” y se iban, ¿lo buscaste o se dio así porque Almodóvar no te atendió el teléfono?
-(Risas). Es una mezcla de las dos cosas. Lo primero que hacés es llamar a Almodóvar, pero si no te atiende le das para adelante vos.
-Podés seguir insistiendo…
-Yo, no. No sé si soy o vaga para insistir o muy orgullosa, pero yo te llamo una sola vez, si no contestás ya fue. A la película la presentamos una vez en el INCAA pero no pasó de ronda. Ahí se me presentó una disyuntiva: “Me quedo con el ‘No’ del Instituto o la hago yo“. Sentía una necesidad que no podía esperar más.
-¿Y la plata?
-Bueno, justamente ahí surgió el tema de la guita, de cómo conseguirla. Muchos creen que si no los apoya un organismo público o privado no se puede filmar, a veces la industria puede ser muy perversa pero se puede. O me quedaba de brazos cruzados o trataba de hacer la mía. Y me la jugué. Lo importante en esos casos es ubicarte en el lugar del deseo, de lo que querés lograr. Después elegís el mejor camino posible para llegar, aunque tenga más limitaciones.
-No hay muchos directores en esa situación.
-Hay, no son muchos pero hay, tal vez no hay tantas realizadoras mujeres. La mayoría de las directoras que lograron hacer sus películas han tenido apoyo institucional, no hay tantas que sean totalmente independientes. Y si bien me llena de orgullo, a veces puede ser díficil de digerir para los demás. O se complica, me miran y me dicen “¿Y vos quién sos?“. Acá parece que la gente necesita que uno tenga un “padrino”, yo no lo tengo y no me quita el sueño encontrar uno.
-Si bien Amor; ETC es una película independiente, tu próximo proyecto es mucho más ambicioso.
-Muy. Va a ser un díptico. La primera parte se llama El bañado de la Estrella, que está en Formosa y es una de las tres reservas de agua más importantes de Latinoamérica. Allí llega una escritora alemana invitada a un encuentro de colegas, y en el hotel conoce a una mestiza que trabaja de camarera. Ella le cuenta la historia del bañado y la lleva a conocerlo. Así es como toma conciencia de la problemática de los aborígenes pilagás y se desarrolla la trama. La segunda parte tiene que ver con los deshielos de la cordillera que en los años 50 formaron el bañado, cuando el cauce del río se fue metiendo en una zona que era desértica. Las historias se conectan y está implícito el tema de la reencarnación, algo que me interesa mucho.
-¿Cómo tomaste contacto con esta historia?
-Porque fui a un encuentro de escritores en 2006. Es una experiencia mía que ficcioné. A partir de lo que viví seguí la historia de los personajes.
-En tus proyectos te apoyás mucho en lo autobiográfico. ¿Te pregunto cuánto de historia personal hay en Amor; ETC o no hace falta?
-(Se ríe). Hay bastante. Por suerte una va a aprendiendo y eligiendo mejor qué es lo que quiere. Me basé en muchas cosas que me pasaron a mí y fue súper reparador. Hay hasta una muerte simbólica, que no vamos a contar cuál es para no develar las sorpresas de la trama. Los personajes son un poco outsiders, “se” corren y “los” corren de lo establecido. El no puede conectar con el resto, su única conexión es ella. Y Lisa al revés, sale corriendo sin medir consecuencias. Amor; ETC es una película que se corre de las etiquetas. Explora un montón de sentimientos, tiene que ver con la esencia de las personas. Por eso, cuando me dicen que es una comedia romántica me parece un análisis bastante vago, críticos que necesita encasillar. Esa urgencia de encasillar es claramente una incapacidad de lectura.
Mirá el trailer de Amor; ETC
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