Cuando Luis Ortega recibió la propuesta de hacer Historia de un clan, lo primero que le cerró fue el dinero que le iban a pagar. Ajeno a la televisión, a excepción de algún que otro coqueteo como su participación en Lo que el tiempo nos dejó, hasta ese momento el realizador había preferido dedicarse a la búsqueda artística en películas como Caja Negra (2001) y Monobloc (2004), entre otras. Sin embargo, la confianza de su hermano Sebastián y la sospecha de que podría incorporar a la historia de los Puccio sus obsesiones estéticas lo llevaron a decir que sí. Y no se equivocó.
Con el resultado a la vista, parece ser que la historia de Ortega con los asesinos de la historia reciente tiene un segundo capítulo, pero esta vez sí en la pantalla grande. Y el personaje es: Carlos Eduardo Robledo Puch. El director se entusiasmó con los detalles en una charla para alumnos de primer año de la escuela de periodismo TEA: “Ahora que demostramos que podemos, que tenemos un aval, quiero hacer la película de Robledo Puch. Su historia es tan oscura como la de Puccio, pero mientras esta tiene personajes secundarios que resultan enriquecedores y ayudan a llevar adelante el guión, lo de Robledo es un desafío más grande. Porque la gente no quiere ver a un hombre que mata mujeres por la espalda, que asesina porque sí a gente mientras duerme, que le dispara a un bebé. Hay que encontrar la manera de que eso sea seductor sin hacer un producto que parezca de Disney“.
Dicho esto, la pregunta inevitable -y que no tardó en surgir- fue por qué insistir con el cine donde todo es mucho más complicado, y no quedarse en la televisión donde la puerta pareciera estar ya abierta. Las razones para el director son tanto éticas como estéticas: “Primero, la historia da para hacer una película. Y segundo, la televisión en muchos casos te termina bajando la calidad del producto, porque te pasan publicidad en el medio, porque el sonido se trabaja de una manera mucho más rápida… Sí quiero trabajar con los tiempos y la dinámica con la que hicimos Historia… Fue muy gratificante“.
EL ÁNGEL NEGRO
El derrotero delictivo de Puch, que incluye homicidios, robos y violaciones se concentra casi en su totalidad a lo largo de 1971, cuando el criminal no había cumplido aún los 20 años. “La película -continuó Luis Ortega ante un auditorio repleto de estudiantes de TEA- se va a centrar en ese año de su vida que para él fue el de su esplendor. El hecho de irse de su casa y tomar conciencia de que podía hacer lo que quería: vivir en un hotel, matar gente, chocar autos… él era adicto a chocar autos. Necesitaba que alguien lo pare. Por eso me parece tan atractiva la historia“.
La materia prima no alcanza por más buena que sea, para un proyecto como este hace falta inversión, y como sabe cualquiera que se haya aventurado a propósitos similares, es lo más difícil. Ortega está confiado: “Me dí cuenta de que a la gente le interesa el caso real. Si hoy digo ‘voy a hacer una película’ no es lo mismo que decir ‘voy a hacer la película de Robledo Puch’. Para los inversores ya es diferente. Pero tengo claro que es muy cara, necesitamos gente que la pueda financiar, lo que no necesariamente quiere decir gente que pueda entender lo que queremos decir, pero que sí pueda verlo como un negocio“.
El éxito de la historia del clan Puccio, tanto la del cine como la de la TV, demostró que el negocio del morbo continúa en su esplendor. Por eso no resulta raro que un proyecto como el que planea hoy Luis Ortega llegue a buen puerto. Porque claro, lo importante como en todo emprendimiento artístico está en la mirada estética de su autor, y el hijo cineasta de Palito lo tiene muy claro: “Se trata de encontrar la manera de hablar de algo que es espantoso, de modo que la gente lo quiera ver. El espectador necesita amantes, drogas y cosas ilegales para sentirse vivo porque cuando su vida pasa por lo que dicta el sistema en realidad es una vida muerta. A los tipos casados los excita la idea de una aventura, lo que no pueden hacer. Historia de un clan se trataba de gente como nosotros que secuestraban y mataban. No eran criminales de clase baja, éramos nosotros haciendo eso. Y con Robledo pasa lo mismo. Él era un chico de San Isidro que robaba y mataba pero no porque necesitara plata, necesitaba vivir esa aventura. Es una locura pero es así”.
Foto de apertura: Agustina Jaurena.
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