La película es una investigación sobre un mito olvidado. Los corroboradores fueron una sociedad secreta de la élite porteña de fines del SXIX que se propuso copiar París en Buenos Aires. Pero hacia 1929 se perdieron los registros.
Creo que el mito es una de las formas de la verdad encubierta. El proyecto de país de la Generación del 80 creó un imaginario mítico que aún hoy intenta volverse realidad. Los corroboradores fueron más que un mito. Fueron un proyecto de país que persevera aún hoy en nuestro carácter aspiracional como sociedad. Hay toda una construcción del imaginario identitario (“somos La París del Plata”) que se encarna en la ciudad y en sus construcciones que nos recuerdan lo que pudimos ser. O aún podemos ser. Nuestro siglo XX y nuestro imaginario es el campo donde se da esa batalla mítica. Y no hay nada más real que lo imaginario para una sociedad que se piensa, se ve y quiere ser otra.
Por lo tanto, la película se plantea entre el cruce de lo factible del mito y el imaginario que crea. Muta de documental a thriller arquitectónico.
Los desafíos fueron varios. Por un lado la investigación histórica, política y cultural del imaginario de la Generación del 80, que llevó más de 5 años. Y para darle forma cinematográfica a la reconstrucción del mito, era esencial vincular datos, imágenes, hechos y personas reales en un relato coherente.
Para ello, más allá del material de archivo (son espectaculares las imágenes fílmicas del Buenos Aires del 1900), fue esencial definir quienes eran los entrevistados, tanto como el ámbito que representan (Carlos Altarmirano–Sociólogo-, Fabio Grementieri–Arquitecto-, Daniel Schávelzon–Arqueólogo-, Gabriel DiMeglio–Historiador-, Rafael Cippolini–Crítico Cultural-, etc).
Otro desafío era que está casi totalmente hablada en francés. Que la voz de autoridad sea extranjera, que Suzanne quien viene a relatar y descubrir la verdadera historia de la ciudad sea francesa, interpela nuestra relación con el saber, con lo extranjero y con la dependencia que aún hoy con ello tenemos.
Y una de las apuestas más fuerte de la película es que a quien devela el mito no se le ve el rostro. La entrevista con Suzanne estuvo pactada a contraluz. Y esto influye decisivamente en la identificación del espectador.
Finalmente me interesaba lograr un relato que mute. Que comience como documental y que lentamente vaya tomando nuevos rumbos hacia la ficción (como el mito que tiene posibilidad de existir y que se instala en el imaginario como ficción). Por eso la película evoluciona en distintos terrenos y direcciones.
El rodaje tuvo varias etapas, la primera fue una semana solo de cámara para filmar las fachadas y los edificios. Esto se hizo tres meses antes del rodaje principal porque necesitábamos los árboles con poco follaje para poder ver bien la arquitectura. Luego vino el rodaje principal de cinco semanas (las entrevistas y el resto de los elementos necesarios). Al año siguiente tuvimos la suerte, a través de Cancillería, de poder viajar una semana a París a filmar paisajes y las fachadas de los edificios originales que fueron los que se copiaron en Buenos Aires. Fuimos Pigu Gómez, el director de Fotografía y yo con la cámara.
Luego de montar la pelicula, tras tener todo el material de archivo necesario, hicimos varios cambios y filmamos unas retomas para que todo encaje.
Fue un proceso largo y muy estimulante pues cada nueva imagen de archivo o el viaje a París, abrían posibilidades que no estaban contempladas desde un inicio y permitían que la película creciese y evolucionase en nuevos rumbos y sentidos.
El tiempo que llevó hacerla hizo que la película madurase y creciese lo lograra su mejor forma.
Y esa forma es la que se puede ver terminada, con increíbles imágenes de Buenos Aires y un pulso narrativo que, gracias a los montajistas, hacen de éste thriller arquitectónico una película casi única en su género.
Luis Bernárdez
Director de Los corroboradores
Dejar comentario