Tengo la costumbre de escribir secuencias y pensar en imágenes sin tener una historia definida ni planificar un desarrollo. Comúnmente observo algo en la calle y me imagino una determinada situación. Luego la escribo. Y quizás no es una escena sino varias, a veces tengo hasta 15 o 20 páginas de secuencias continuadas que no van a ninguna parte, excepto la coherencia con la que están narradas. No hay un principio ni un final, sino momentos de personajes y situaciones en las que están envueltos.Mi computadora tiene decenas de archivos así.
Comencé a escribir el guión de Camino Sinuoso a fines de 2015. Una idea dramática y la psicología de una ex deportista fueron el disparador para comenzar a narrar una historia que va cambiando. Mientras iba pensando las cosas que le ocurrían, iba acordándome de algunas escenas que había escrito anteriormente en otros archivos y las traía al libreto, las releía y reescribía para adaptarlas. Saqué fragmentos de diálogos, reflexiones, personajes, algunas escenas completas y de otras sólo un encabezado. Finalmente, un rompecabezas donde para mí, todas las piezas encastraron perfectamente. Como siempre digo: esta película es un gran montaje de muchas cosas. No es la forma convencional de escribir un guion, quizás se deba a mi falta de formación profesional en cuanto a un proceso de escritura. Pero si bien nunca estudié cine, al mismo tiempo toda la vida estudié las películas.
Cuando terminé de escribir el libro a fines de 2015 se lo di para leer a algunos colegas. Debo decir que los comentarios generalmente fueron muy positivos, otros no tanto, otros seguramente positivos para que no sienta herida mi autoestima. Pero una opinión que recibía y era un común denominador era que el género de la película no estaba definido. El “pacto de lectura” no estaba claro y la narrativa se quebraba en un momento para ser algo distinto. Eso claramente remitía a mi proceso sin planificar de escritura.
Al ser mi primera película y escuchar estas opiniones revisé muchas veces el guión tratando de ordenarlo pensando en que debía orientarla más a un género concreto. Nadie es dueño de la verdad y menos aún en el cine. Pero cuanto más trataba de definirla más indefinida terminaba siendo la historia original que quería contar. Y a esto tenía que sumar que aún no tenía un título que me gustara.
Pero esta historia era así: Una presentación que conduce a un drama personal, luego uno familiar, con un personaje central que se va iluminando al tiempo que la historia se oscurece, y termina desembocando en una intriga policial con consecuencias positivas y negativas. Relacioné la historia de Mía, el personaje principal, con las curvas que tiene la vida, donde pasamos de la emoción a la tristeza, de la paz a la violencia. Y surgió el título “Camino Sinuoso”. Metafóricamente hablando, uno nunca sabe cómo es el camino de nuestra vida. Tiene partes rectas, curvas visibles y otras muy pronunciadas que no se sabe adonde conducen. Y realmente creo que esta indefinición es la virtud más interesante que tiene esta película: nunca se sabe lo que va a ocurrir porque los giros son muy pronunciados, sin dejar de ser coherentes.
En el proceso de montaje de la película, le mostré un primer corte de casi 160 minutos a un grupo de personas muy cercanas que me darían una opinión genuina antes de seguir editando. Una de ellas, al terminar de verla y luego de un silencio, me dijo que la película le había gustado muchísimo porque era un tratado sobre la maldad (¿?). Esta opinión me resultó curiosa porque nunca había visto a mis personajes malvados, sino egoístas. Nunca quise transmitir un ensayo filosófico sobre el bien y el mal, además de que me parece algo pretencioso. Para mí es la historia de una mujer que a partir de circunstancias desgraciadas inicia un cambio en su vida, enfrenta su pasado, reconecta con sus vínculos e intenta superar las tragedias, y a través de ellas descubre su propia fortaleza interior. Pero me di cuenta de que esta persona que vio el film había hecho una lectura mucho más profunda, con temáticas que realmente no fueron colocadas ahí de forma premeditada. Y recordé el proceso desordenado de escritura, de secuencias dispersas en mi computadora y de mis ficciones a partir de la observación. Quizás soy un observador más del mal que del bien. Como sea, eso es lo hermoso del cine; las imágenes en movimiento y el universo en el que insertan al espectador hacen que cada uno forme su propia percepción del cuento que le están narrando.
El gran Billy Wilder dijo que las películas no tienen por qué tener un género, el cine es algo más anárquico y no debe tener reglas, excepto la de agarrar al espectador del cuello desde el comienzo y no soltarlo hasta el final. Esto me consuela en mi desorden. Espero haber logrado eso con Camino sinuoso.
Juan Pablo Kolodziej
(Director de Camino sinuoso)
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