Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano podía interpretarse como la antesala de lo todo lo que se venía. A mediados de los ‘70, en algunos lugares antes y en otros después, los militares tomaron el poder por la fuerza y miles de personas fueron torturadas, desaparecidas e, incluso, asesinadas. A poco más de 40 años, las heridas aún cicatrizan. La memoria sigue viva, como muestra de un pasado que está ahí latente para recordar lo que no debe repetirse. El cine, muchas veces, colabora en esta tarea, llevando a la pantalla grande las historias más crudas e impactantes. En este caso, el uruguayo Álvaro Brechner se enfrentó a la dura tarea de retratar uno de los hechos más duros de su país en La noche de 12 años.
Año 1973. Uruguay está bajo el poder de la dictadura militar. Una noche de otoño, nueve presos Tupamaros son sacados de sus celdas en una operación militar secreta. La orden es precisa: “como no pudimos matarles, vamos a volverles locos“. Los tres hombres permanecerán aislados durante 12 años. Durante más de una década, los presos estarán en diminutas celdas en dónde pasarán la mayoría del tiempo encapuchados, atados, en silencio, privados de sus necesidades básicas, apenas alimentados, y viendo reducidos al mínimo sus sentidos.
Entre ellos tres estaba José Pepe Mújica, quien más tarde llegó a convertirse en uno de los más populares presidentes de Uruguay. Quienes lo acompañaron fueron el escritor Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, político fallecido en 2016. Con la excusa del estreno de la película, Rosencof y Mujica pasaron por nuestro país para brindar una charla única, marcada por el dolor, la esperanza y la resiliencia.
Acompañados por el director de la película, la productora Vanessa Ragone y el actor Alfonso Tort, los protagonistas se refirieron a aquella experiencia de supervivencia que duró 12 años. “La consigna era resistir y cada uno de nosotros lo hizo como pudo. Muchas veces pensé cómo me rajaba, cómo me iba del calabozo y no pude. Me agarraron porque me faltó velocidad, no porque tenía sentido heroico. Si hubiera sido mejor atleta, no me agarran”, aseguró Mujica. Y es que en el encierro físico, cuando las paredes se achican cada vez más y presionan a la mente, la imaginación se vuelve una de las pocas salidas. En ese sentido, el ex presidente agregó: “Nos tocó pelear con la locura, porque más bien, en ese tipo de prisión, buscaron que quedáramos lelos. Y triunfamos: no quedamos lelos”.
Sin embargo, en aquellos calabozos estrechos, donde pasaban encerrados la mayor cantidad de las horas y de donde podían salir para ir al baño una vez por día, la imaginación también podía ser de doble filo. Al respecto, Mauricio Rosencof explicó que los prisioneros tuvieron que “empezar a construir, cada cual a su modo, los sueños, la fantasía, y eso era peligroso porque en la imaginación uno podía empantanarse”. En esos años, la literatura también cobró importancia. Cuando fueron autorizados, los tres le dedicaron muchas horas a la lectura. Además, el pensamiento y la reflexión también fueron protagonistas. Pepe Mujica confesó que esos años fueron los que más remodelaron su forma de pensar porque “si bien es cierto que hay mucho tiempo muerto, horas, días, años interminables, la necesidad de existir lo lleva a uno a pensar y repensar y hacerse preguntas que en la vida cotidiana difícilmente se hagan”.
25 años después de su liberación, en 2010, Pepe Mujica asumía como presidente uruguayo. Allí, desde esa posición de poder, pudo reencontrarse con quienes lo habían sumergido en la peor experiencia de su vida. Sin embargo, nunca dejó que el odio lo venciera. “Estoy agradecido por no haberme dejado llevar por el odio. El odio es ciego al igual que el amor, pero éste construye y el odio destruye”, afirmó, a la vez que confesó que en esas épocas de encierro, no pensaba que su historia iba a trascender ni que, algún día, iba a ser presidente.
A su vez, Álvaro Brechner, responsable de que estos hechos perduren a través del tiempo en su nueva película, afirmó: “Llega un momento en que para el horror no hay un lenguaje posible”. Ante ese escenario, logró una historia que no se regodea en el dolor, sino que muestra la esperanza aún en los momentos más oscuros. La película tuvo su estreno mundial en la última edición del Festival de Venecia y al respecto, el director agregó: “Lo primero que me preguntaron en Venecia fue cómo se sobrevivía en esas condiciones y no supe qué responder”.
La respuesta a aquella pregunta aún no es del todo clara. Seguramente, tendrá que ver con la esperanza, la resistencia y las ganas de sobrevivir. Los grandes cambios históricos se los debemos a ese tipo de personas que, en el afán de vivir en un mundo mejor, son capaces de entregar hasta su propia libertad. Pepe Mujica y Mauricio Rosencof son prueba viviente de eso. Su historia quedará grabada para siempre para las generaciones futuras, para que se siga luchando por reivindicaciones en el mundo y para que no se repitan las mismas atrocidades y errores.
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