El teatro Margarita Xirgu está en penumbras. Solo el escenario, y en él algunos actores haciendo de “actores“, tienen luz y protagonismo. Desde la platea, el director de Caída del cielo, Néstor Sánchez Sotelo, da las indicaciones.
Una mano respetuosa me toca el hombro a manera de saludo, aunque no me reconozca por la oscuridad. Lo mismo se repite, silenciosamente, con cada técnico o actor ubicado en su camino. Gustavo Peto Menahem se sienta en un costado, y espera el momento en el que se vuelvan a encender las luces y se convierta otra vez en protagonista.
Este gesto de cotidianeidad, respeto y amabilidad habla mucho más del actor que su verborragia radial o monologuista, o su indiscutida calidad como intérprete. Tiene que ver con una cercanía que no cambió ni el éxito, ni el talento, ni el resto de las virtudes que lo acompañan.
Sobre el tema, reflexiona un rato después: “Me pasa algo raro, todavía hoy cuando me encuentro con algún actor que admiro o respeto y sabe mi nombre, pienso ‘¿Posta sabe quién soy?’. Cuando íbamos a empezar a grabar Lobo con Gerardo Romano, un día nos cruzamos y me dice ‘Hola Peto, ¿qué hacés?’… Y yo duro: ¿¿Gerardo Romano me conoce?? ¡¡No lo puedo creer!!“.
-¿No hay un poco de falsa modestia ahí?
-Mirá, si te digo que no me la creo nada es un poco pretencioso, pero no creo en el prestigio. No me detengo en eso ni para bien ni para mal. No voy a prestarle atención al que piensa que soy un genio, pero tampoco al que cree que soy un pelotudo. No me sale.
-La búsqueda va por otro lado.
-Por ahí más que búsqueda es inconsciencia, andá a saber… o boludeo. Eso te lo firmo, lo que más me gusta es boludear (risas).
-¿Actor, comediante, repentista?
-Actor de trinchera, raso. Y aunque no soy músico, me gusta mucho tocar, ahora estoy grabando demos con unos amigos. También me gusta escribir, ya tengo un libro y probablemente saque otro. Pero yo soy actor. A veces me dicen que soy humorista y nunca entiendo, pero debe tener que ver con todos los años de monólogos, o tal vez con la radio. No me considero humorista ni a gancho pero porque no me da, ojalá me diera. Tampoco me siento un comediante. Trato de hacer, depende el personaje que me toca lo mejor que puedo ese día, independientemente del género.
-A partir de Caída del cielo, podríamos sumar a la lista el galán romántico.
-(Se ríe). Claaaaro, en Señores Papis tambien…
-Pero ahí tenías más competencia.
-¿Ves? Eso era muy raro porque en muchas notas me hablaban de “galán” y yo no entendía. Está todo como corrido, como si el hecho de ser protagonista de una tira significara ser galán. No tiene nada que ver. A nadie se le ocurre decir que Julio Chávez era el galán de El puntero. Papis tenía ese subtítulo de “los galanes del jardín“, pero era claramente una ironía. Si éramos cuatro tarados.
-Pero con esta peli ahora estás en un lugar donde estuvieron Peretti, Darín…
-Ah, ¿estuvieron acá? No los ví, justo me había ido a fumar un pucho… (risas).
-Reconoceme que es otra cosa.
-No lo pienso así para nada. La gente con la que trabajé y estudié me fueron armando un criterio muy claro para actuar. El actor no es nada especial. Este oficio está muy rodeado de cotillón, pero el actor debe ser siempre la geisha del autor, y nada más. Vos te tenés que poner al servicio de la historia que vas a contar, nunca al revés.
-¿Cómo definís entonces a tu personaje en Caída del cielo?
-No es un galán de comedia romántica porque también en eso hay una especie de confusión. El rol del galán tiene que ver un poco con el camino del héroe, y no hay de eso acá. Es simplemente una historia de amor de dos personas de alrededor de cuarenta años.
-Lo que no suele ser habitual en el cine.
-Y por eso justamente me gustó tanto el guión. Estamos muy acostumbrados a ver comedias románticas de gente de veintipico, treintipico, o de sesentipico para arriba. Socialmente se supone que a los cuarenta ya tenés armada la historia, y lo más lindo de esta peli es que estos dos personajes (la protagonista es Muriel Santa Ana) no la pudieron armar. Eso hace que tengan cierta soledad encima, cierta armadura, cierta frustración, y también cierta cosa inmadura. Esa parte de la personalidad que solo te madura el amor.
-Caída del cielo, Metro y medio, Le prénom, todos trabajos muy diferentes, es difícil saber para dónde está yendo tu carrera.
-Sí, porque los laburos los elijo porque me conmueven y por si tengo ganas o no de hacer ese trabajo…
-Te interrumpo porque antes de seguir quiero dejar grabado y escrito que yo fui el primero en decir que vos sos el Fidel Pintos de esta generación.
-¡El primero, y el único que lo dice! (Risas)… Igual no tengo claro hacia donde estoy yendo, pero no sé si estoy yendo para ahí. No tengo un plan. Por ejemplo, todavía me llaman mucho para hacer monólogos y eso sí no lo hago más.
-¿No hiciste uno en marzo de este año en Tecnópolis?
-Tenés razón. En ese momento dije tres veces que no, pero a la cuarta acepté porque lo organizaba Diego Wainstein que es un amigo pero ya no me divierten tanto. Lo loco es que al momento de hacerlo la pasé genial. Después, cuando me iba a casa tenía esa sensación de satisfacción de decir “No quiero seguir con esto pero con los años aprendí a hacerlo”. Y es hermoso porque nadie me enseñó, llegué a los ponchazos.
-El periodista se la tiene que creer un poco para hacer bien su laburo, para tener la confianza de que va a conseguir esa respuesta o ese dato que nadie tiene, ¿el actor no se la tiene que creer también?
-La diferencia es que el actor trabaja más en equipo, tiene que creer que lo va a hacer lo mejor que puede.
-¿Confianza?
-Yo no usaría ni el verbo “creer” ni la palabra “confianza”, porque eso es algo de lo que uno no se puede agarrar. Vos tenés un trabajo, una técnica, entonces usá las herramientas que tenés. Yo soy muy ateo, vos sabés, pero no es solamente el ateismo de no creer en Dios, no creo en la verdad tampoco. Andá a trabajar, utilizá las muchas o pocas herramientas que tengas y nada más, después vemos qué pasa. Es cero místico. El tipo que que va a patear la pelota no piensa en hacer un golazo, piensa que le va a pegar lo mejor que pueda, por ahí resulta un gol, por ahí la tira a la tribuna o por ahí se la atajan. Pero todo eso viene después.
-Muchos de tus colegas piensan y hacen todo lo contrario y también les funciona.
-Si totalmente, es un criterio que a mí me funciona para trabajar. Como no creo en la verdad tampoco creo en lo absoluto.
-Vos arrancaste con talleres de teatro a la misma edad que tiene tu hijo ahora, ¿cómo ves tu camino para él? No es lo mismo la mirada del adolescente que la del “cuarentón”.
-A mi hijo le apasiona la música, ahora está tocando una vez por mes en un bar con una amiga. Como padre, por un lado tengo un orgullo enorme, porque encontró algo que le gusta mucho, que le hace bien y que hace muy, muy bien. Y eso es lo más importante. Está creciendo muchísimo, me llena de alegría su vida.
-Dijiste “por un lado”, ¿y por el otro?
-Por el otro lo veo tan lanzado hacia ahí que en un momento me descubrí pensando “Justo músico tenía que ser…”. Se lo comenté a mis amigos con los que toco, que son todos músicos profesionales y me contestaron: “¿Vos, boludo, decís eso?, si tu profesión también es una mierda. No tenés derecho…” (risas). Así que no puedo decir nada. Pero no me imaginaba que a los 15 años iba a estar tocando en bares.
-Bueno, a tus 15 no pensabas que Gerardo Romano te iba a conocer.
-Ni Romano, ni Alcón, ni Francella, ni Oscar Martínez, todas personas que admiré y admiro muchísimo. Haber quedado amigo y a la vez haber aprendido tanto de ellos es lo principal. Si un trabajo te salió mejor o peor es anecdótico, al final lo que queda es lo otro.
Conocé todos los detalles de la película Caída del cielo haciendo click acá.
Dejar comentario