Ella observa, escucha, asimila, y solamente habla cuando es necesario. Como sus personajes, Ailín Salas es testigo de lo que pasa a su alrededor. Interactúa con la realidad tímida, tajante y con una madurez no siempre habitual a los 22 años. “¿En serio me ves madura? En algunas cosas soy muy madura pero en otras soy una nena”, se ríe.
Tampoco es habitual que tenga casi tantas películas como años de vida, veinte, desde la inolvidable XXY de Lucía Puenzo (ese mismo año hizo la infantil El tesoro del portugués, pero nunca se estrenó) hasta La helada negra que se estrena este jueves, pasando por Lulú y Algunas chicas, que siguen en cartel.
Ailín nació en Brasil, en una familia a punto de separarse. El padre, argentino, se vino para acá, y ella pasó sus primeros siete años yendo y viniendo, hasta que se instaló definitivamente acá.
Argentina no solo significó para ella aceptar que su mamá no iba a estar tan presente como hasta entonces, sino también descubrir la fascinación por el teatro y la actuación de la mano de su abuela paterna, la actriz Aurelia Domínguez: “Fue la primera persona que me llevó al teatro, y me dio la posibilidad de descubrir lo que yo quería hacer. Me marcó un montón”.
-¿En ese momento ya lo veías como tu futuro, o era un juego?
-Fue más espontáneo, no tan pensado. Viéndolo a la distancia pienso en que fue re loco cómo se dio, fue algo más fuerte que yo. El destino me llevó. Antes era más un juego, recién ahora es más consciente.
-Antes del cine empezaste en publicidad.
-Sí, arranqué acompañando a mi viejo a un casting, era para él pero como también buscaban chicos lo hice y quedé. Una publicidad de una medicina prepaga. Después, a los 13 ya vinieron XXY y El tesoro del cordobés. Ahí me dí cuenta de que la publicidad me daba una dosis muy pequeña de lo que yo quería, de lo que a mí más me gustaba que era actuar. En el cine encontré mi lugar, donde más cómoda y feliz me siento.
XXY, el debut cinematográfico de Ailín dirigido por Lucía Puenzo.
-Empezaste de chiquita pero nunca se te colgó la etiqueta de “niña prodigio”.
-No se armó eso alrededor mío y nunca sentí que lo fuera. Esas cosas queman a las personas. Te ponen tantos títulos que perdés un poco de identidad y empezás a hacer lo que quieren los otros.
-Lo que sí se armó alrededor tuyo es lo de “la nueva cara/promesa del cine argentino“.
-Puede ser, pero ahora ya está. Ahora soy “la vieja cara” (se ríe). Igual yo no soy conocida popularmente, pero entre la gente que hace cine sí. Y todo eso en un momento desaparece y lo que queda es el trabajo. A lo que se forma alrededor, cuanto menos bola le doy, mejor.
-Gracias a En terapia estuviste nominada a un Martín Fierro, ¿te interesa acceder a esa popularidad que todavía no tenés?
-En terapia fue lo más popular que hice, pero tampoco era un programa de Telefé. Lo vio un montón de gente pero nunca experimenté esa popularidad. Creo que no me interesa, me parece raro. A lo mejor pueden convivir las dos cosas. A mí me encantaría que las películas que hago las vea muchísima gente, pero la idea de los famosos que tiene la gente es antinatural. No entiendo los fanatismos, al fin y al cabo lo nuestro es un trabajo más.
-Muchos colegas tuyos trabajan casi exclusivamente para construir ese lugar de fama.
-Los actores somos muy egocéntricos. Y en realidad está mejor sentirse apenas una parte de un todo. En los rodajes, cuando más parejos estamos para mí es mejor. Saber que te suma el trabajo del otro. Cuando cada uno está preocupado por su propio culo la cosa no funciona.
-Aceptarías un proyecto que, más allá de lo artístico, venga construido desde lo masivo, como Me casé con un boludo.
-Creo que sí. Necesitaría estar de acuerdo con el personaje, que sienta que es para mí. Después no tengo problemas.
La excelente Algunas chicas, de Santiago Palavecino.
-¿Qué tipo de actriz sos?
-Yo quería ser una actriz re multifacética, hacer personajes muy diferentes, pero todos mis personajes se parecen a mí. Que me esté pasando algo en serio comunica más que estar haciendo un personaje gigante. Esa ilusión de ser una actriz que compone era más de cuando era chica. Quizás es divertido pero tendría que sacarme algunas barreras de juez interior para poder hacerlo.
-Son momentos, decisiones que tienen que ver con la experiencia, con la edad. A lo mejor dentro de diez años nos encontramos y me decís que estás haciendo Madame Bovary.
-Sí, ojalá.
-¡¿Cómo “ojalá” si recién me dijiste que no?! ¿En qué quedamos Ailín?
-(Se ríe). Es algo que requiere mucho trabajo de mi parte, y tampoco es que me llamaron nunca para hacer algo tan lejano a mí. El día que me toque, genial, bienvenido sea. El límite es que sume algo aunque sea oscuro, no es que quiero solamente cosas naif. Me encantaría trabajar con Quentin Tarantino en una película tipo Kill Bill. ¡Me encantaría!
-Me decís que actuás desde vos y pienso en el texto de Algunas chicas que decís en portugués, tu idioma natal.
-Es un poema que Santi (Palavecino, el director) quiso que lo diga en portugués. Fue raro, porque desde que vine acá dejé de hablar en portugués porque acá no lo hablaba nadie.
-¿Solamente por eso o puede haber una negación al idioma del país donde se quedó tu mamá?
-Seguramente hay un bloqueo emocional. Lo hablé hasta los siete años, y sin embargo siento que me lo olvidé. Ahora tengo ganas de retomarlo, es un idioma hermoso.
-Hablás siempre del presente, ¿pensás en el futuro? ¿Te ves como una actriz a la edad que veías actuar a tu abuela?
-Estrenar tres películas casi en simultáneo es tener mucha suerte. Pero esta profesión tiene baches y no se pueden predecir. A veces pienso que tendría que buscarme otra actividad para esos momentos. Me gustaría encontrar otra actividad que me apasione tanto como el cine. Me doy cuenta, ahora de grande, de que necesito algo para hacer en esos momentos, para generar experiencia. Yo actúo a partir de las cosas que me pasan en la vida, en la medida que voy creciendo como persona siento que crezco como actriz.
-O sea, que no te imaginás a tu nueva viéndote en el teatro o en el cine.
-No puedo pensar tan a largo plazo, pero depende de si me canso o no. A veces uno actuando también sufre. Ya me pasó de replantearme lo profesional y preguntarme: “Che, qué onda esto?“. Por momentos uno se va perdiendo, y necesita un cable a tierra. No estoy acostumbrada a las rutinas. No te puedo confirmar que me va a seguir encantando actuar, no quiero oponer resistencia a los cambios y este trabajo te obliga a cuestionarte. Ahora estoy en esta. Si llego a los 80, me conformo con ser muy feliz, haciendo algo que me guste. Lo que sea.
Mirá el trailer de La helada negra, que se estrena el jueves 7 de julio.
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