La vida del actor es compleja. El medio, a veces, resulta traicionero y la inconstancia y la falta de trabajo se vuelven moneda corriente. Es por eso que muchos deciden rearmar su economía en base a otros negocios. Alan Sabbagh fue pionero en esto de asegurarse su subsistencia por carriles paralelos al mundo de la actuación. Desde hace ya muchos años, complementa su participación en películas con un negocio familiar de iluminación que comparte con su hermano.
En All Inclusive, la nueva película de los hermanos Pablo y Dego Levy, Alan se reafirma cómodo como el más referente de los referentes de la comedia argentina. En el rol de un marido perdedor, con más dudas que certezas, Sabbagh comparte reparto con un elenco acotado pero efectivo: Julieta Zylberberg, Mike Amigorena, Marina Bellati y Mariana Chaud le hacen la segunda, formando un equipo imbatible.
-En All Inclusive mezclaste por primera vez el comercio con el arte y te metiste como productor, ¿cómo surgió esa iniciativa?
-Fue algo pendiente que tenía hace mucho tiempo. Igual, la verdad es que no me metí tanto. Solo trataba de dar mi humilde opinión pero no tuve ninguna injerencia o decisión directa sobre la película. A veces, me pasaban algún corte, un afiche o el trailer y yo opinaba entre las 20 voces que hacían lo mismo.
-¿Pero estuviste desde el principio del proyecto en ese rol?
-No, fue algo que surgió durante el rodaje. Yo me fui a Brasil sin ser todavía productor. Lo decidí cuando ya estábamos en Buenos Aires rodando. Charlando con los productores surgió la posibilidad y me involucré.
-¿Cómo manejás esa división entre el local de luces y el set de rodaje?
-Hay muchos actores que tienen una marca de ropa o venden otras cosas. Yo tengo un negocio que no tiene nada que ver con el mundo de la actuación, ni con las redes sociales y las fotos. Otra vida. Me gusta que así sea. La carrera del actor es muy grata pero también muy inconstante. El negocio me permite vivir de otra cosa y poder elegir los proyectos que me gustan realmente. A la hora de actuar, no tengo que hacerlo por una necesidad económica. Al principio, había que ganarse un lugar, pero ahora se me dan propuestas interesantes y puedo elegir con más libertad.
-¿Cuando hablás de necesidad es solo en lo económico o hay una necesidad artística de mantener cierta continuidad?
-No, hablo de lo económico. Yo soy muy paciente con mi carrera. No soy un tipo que si no hace nada en uno o dos años se desespera. Cuando arranqué seguramente hice cosas que las necesitaba hacer para darme a conocer. Pero creo que desde 2013 para acá pude elegir bien cada cosa y estoy muy contento con todo lo que hice.
-¿Cuando arrancaste en el medio artístico ya estabas en el negocio?
-No estaba en el comercio de lámparas pero sí en otras cosas. Hice de todo, hasta vendí zapatillas de chico. Vengo de una familia de comerciantes y el trabajo de actor era una rareza para mis familiares. De chico me educaron en ese ámbito del comercio y me quedó hasta el día de hoy.
-Tengo entendido que tus padres eran más bien reacios a que te dedicaras a la actuación hasta que te vieron en una película.
-Mi viejo no podía creer que quisiera ser actor, debió pensar que era un bicho raro. Hasta que conseguí mi primer trabajo y ahí se re emocionó. Hoy en día, no se pierde ningún estreno mío y cada vez que va, se vuelve loco.
-Había una cuestión de “Che Alan, ponete a estudiar algo en serio“.
-Un poco sí, pero nunca me lo dijo. Yo sentía un poco que ellos pensaban que estaba en algo raro. Después, estudié Producción de Televisión en TEA Imagen. Me recibí pero nunca ejercí.
-¿Pensaste en dejar el negocio?
-Por ahora no, nunca. Es un negocio que tengo con mi hermano. En Argentina hay diez actores que viven de la actuación y el resto nos las rebuscamos con otra cosa. Yo prefiero mantenerme así. Por ahora, me siento bien y cómodo, mientras no me vuelva loco, seguiré. Aunque, ahora que lo pienso, hay días en que me vuelvo loco (risas).
-¿Qué es lo que te vuelve loco?
-Por ahí, yo soy de dividirme la cabeza. Tengo esa capacidad. Cuando estoy actuando, estoy actuando y trato de no atender otras cosas. Pero a veces, te llega un mensaje del negocio o alguna urgencia, y ahí tengo que correr un poquito.
-Es verdad que te perdiste el estreno de El rey del Once por haber ido a comprar mercadería a China.
-No, eso no me lo perdí, en el estreno estaba acá. No me he perdido nada importante de cine, salvo una cosa que todavía hoy lamento mucho. Cuando me premiaron en el Festival de Tribeca de Nueva York, no pude ir y me perdí el premio. Había tenido a mi hijo Juan hacía apenas siete días. Lo tenía a upa, tratando de dormirlo en el living. Y vi un tuit de la cuenta del festival donde decía que yo era el ganador. Fue lo más raro que me pasó en la vida, no lo podía creer. Me moría de ganas de ir.
-¿Pero te imaginabas ganador de ese premio?
-Ni loco. Lo llamé a Daniel Burman llorando. Ya estaba chocho con que la película participara del festival. Cero ilusiones. Y finalmente, terminó siendo el punto más grande de mi carrera en cuanto a los premios.
-Aprovechás los trayectos en el auto para ir preparando los personajes ¿es así?
-En el auto hago muchas cosas. Incluso, como también. En el auto podés hacer cosas que no hacés cuando estás en casa, y ahí también participa la actuación. Trato de leer todo cuando puedo en mi casa y después, cuando estoy manejando puedo llegar a repasar, mirar el espejo y hacer gestos, tratando de buscar algo. De paso aprovecho el tiempo (risas).
-Te has vuelto un referente de la comedia argentina, ¿lo sentís así o es algo que te pesa?
-Me enorgullece mucho si me dicen que soy un referente de la comedia. Está buenísimo ser referente de cualquier cosa en la actuación, menos del fracaso (risas).
-¿Pero deseás que te llegue un dramón sin una gota de comedia?
-Me encantaría. Ojo que El Rey del Once tampoco era una comedia clásica. Siempre me defiendo con esa película porque te reías, pero se hablaba de otras cosas fuera de eso. Yo te agarro lo que sea. Me encanta el drama, pero si me surgen trabajos de comedia también está buenísimo. Eso sí, me aterra repetirme, hacer siempre lo mismo. Aunque también es difícil porque a veces los directores quieren hacer eso que más o menos ven que ya funcionó.
-¿Qué proyectos se vienen a futuro?
-La semana que viene empiezo a filmar la nueva película de Néstor Sánchez Sotelo. Se llama Perdiendo el control. La protagoniza Betiana Blum. Es una comedia negra, donde una madre finge estar muerta y organiza su falso entierro. Lo hace para reencontrarse con sus tres hijos que están muy alejados de ella. También están Lucas Ferraro, Roberto Carnaghi, Mirta Busnelli y Alejandra Flechner. Es como el sueño del pibe, todos el día que nos muramos queremos ver quién se va a despedir de nosotros.
Dejar comentario