Cuando uno piensa en ser actor, sueña con las mil vidas a las que puede acceder y jugar por un rato. Un día un científico, al otro un superhéroe, y al siguiente un seductor insaciable. Pero qué pasa cuando las cartas llegan de tal modo que el desafío es interpretar a un ser detestable, a alguien que se encuentra en las antípodas de nuestro pensamiento, que representa todo lo que combatimos. Los desafíos están para enfrentarlos pero, ¿a qué precio?
En Eva no duerme, la excelente película de Pablo Agüero que acaba de estrenarse luego de un excelente paso por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Daniel Fanego se enfrenta al dilema precedente. Su máscara es la del general Pedro Eugenio Aramburu, presidente de facto durante la segunda mitad de la década del 50, con la Revolución Libertadora. Acusado de haber sido parte responsable en la desaparición del cadaver de Eva Perón, Aramburu fue secuestrado y ejecutado por la agrupación Montoneros. Precisamente es este tramo final en la vida del dictador el que se recrea en el filme.
-Por el estilo de ejecución planteado por Agüero, tu actuación es mucho más gestual que física. Sabiendo los pocos registros fílmicos que hay de Aramburu, ¿esto fue una contra o una ventaja?
-No tenía muchas opciones para el personaje. Por algún que otro discurso perdido al que pude acceder era un sujeto bastante rígido, como suele ocurrir con nuestros militares, que no parecen hombres de acción. Se me aparecía como un militar conspirativo, no como un hombre físico. La escena en la que trata de escapar me costó mucho porque pensaba “¿cómo será moviéndose?“. No tenía muchos datos para hacerlo así que lo fui construyendo con la subjetividad del trabajo. Fue un rodaje duro pero hecho con mucha facilidad, y el resultado me gusta mucho.
-Se sabe muy poco de lo que realmente vivió Aramburu durante su cautiverio, ¿cuánto de ficción y cuánto de realidad hay en la película?
-Una de nuestras referencias fue la revista de Montoneros El descamisado, pero es cierto que no hay mucho más. Más allá de esos datos, dejamos volar nuestra imaginación. Nos imaginamos cómo hubiera actuado alguien como él en una situación así. Él entró al lugar siendo el “General Aramburu” y salió con las patas para adelante. Y creo que llegamos a un punto muy certero.
-¿En qué momento de tu carrera te encuentra Eva no duerme?
-En un tiempo de mayor madurez como actor. Mi oficio es como el de un carpintero, con los años uno aprende a manejar mejor el martillo, el cepillo, y el resto de las herramientas. Aún hoy trato de agarrar papeles que me sorprendan, que todavía me hagan cosquillas en la panza. Las películas que no me interesan trato de no hacerlas.
-¿En serio? ¿Hiciste solamente los proyectos que te gustaron?
-No bueno, tampoco tan así, hubo momentos en los que había que llevar el puchero a casa (se ríe). Pero en la medida que puedo, trato de elegir. Tampoco necesito tanto dinero para vivir, con hacer mis cuatro comidas diarias y tener algo para divertirme me alcanza. Casa tengo, y amor tambien.
-No entiendo qué es lo reconfortante de hacer un personaje como el de Aramburu.
-Los villanos tienen su encanto, los mejores personajes de Shakespeare son villanos, porque el mal es parte de la esencia humana. Igualmente lo que me sedujo de este Aramburu fue mostrar el momento de su caída. Él entra mostrando todos los privilegios de clase que obtuvo asesinando gente y queda despojado, enfrentado a su destino.
-¿Tenés algún límite con respecto a este tipo de papeles?
-Sí, en El almuerzo me ofrecieron hacer a Videla y no me dio el estómago. Le dije a Alejandro Awada (quien finalmente lo interpretó), “la verdad es que te admiro por haberlo agarrado”. Pero a mí no me interesaría nunca hacer a un Videla triunfante.
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